Historias de Argentina y el FMI

Edición: 
1147
Anticipo del libro de Werner y Kanenguiser

La Argentina en el Fondo ofrece una crónica detallada de la compleja relación entre la Argentina y el FMI. Escrito por el director fundador del GAI y exjefe del Departamento del Hemisferio Occidental del FMI, Alejandro Werner, junto a Martín Kanenguiser. El libro revela información desconocida sobre la posición de los funcionarios y explora la gestión y el fracaso del último préstamo millonario. También examina la experiencia del FMI con otros países de América Latina. El objetivo del libro es desmitificar la relación entre Argentina y el FMI y revelar la dramática realidad que vincula al país con los organismos de crédito internacionales. En esta edición de ANALISIS, un anticipo del primer capítulo del libro.

 

Por Alejandro Werner y Martín Kanenguiser

 

Ernesto Che Guevara, el guerrillero que conserva la imagen más romántica entre los adeptos de la izquierda mundial, fue el representante de Cuba ante el Directorio del FMI, ya que el régimen de Fidel Castro integró este símbolo más nítido del capitalismo de posguerra durante más de cinco años desde que derrocó al dictador Fulgencio Batista. Este hecho poco conocido –y mucho menos resaltado por los partidos marxistas que subsisten– refleja la contradictoria y tormentosa relación entre el FMI y América Latina que se mantiene hasta la actualidad.

 

Guevara, médico de profesión, fue el presidente del Banco Central de Cuba desde el 26 de noviembre de 1959, casi un año después del inicio del gobierno de Castro, por orden del Consejo de Ministros del “Gobierno Revolucionario”. Pese a su desconocimiento sobre cuestiones económicas, Castro confiaba en él para implementar controles de capitales que impidieran el financiamiento de acciones denominadas “contrarrevolucionarias”. Su objetivo era vigilar la impresión de los billetes cubanos por parte de empresas extranjeras y, sobre todo, eliminar a la banca privada de la isla.

 

Durante los quince meses que ejerció como banquero central mantuvo un fluido contacto con el FMI y luego siguió en parte a cargo de la relación con el organismo internacional, como lo refleja su participación como ministro de Industria en la cumbre del Consejo Interamericano Económico Social (CIES) en el frío invierno de Punta del Este en 1961. Este encuentro fue parte de la iniciativa del presidente John Kennedy denominada “Alianza para el Progreso”, un plan de ayuda financiera destinado a toda la región para equilibrar la caída del precio de las materias primas y, de paso, compensar la latente amenaza soviética en la región.

 

Allí, delante del secretario del Tesoro de Estados Unidos, Douglas Dillon, Guevara afirmó, desafiante: “Tengo que decir que Cuba interpreta que esta es una conferencia política, que Cuba no admite que se separe la economía de la política y que entiende que marchan constantemente juntas. Por eso no puede haber técnicos que hablen de técnicas, cuando está por medio el destino de los pueblos”.

 

Los lazos entre Cuba y el FMI se cortaron dos años después de que el régimen de Castro fuera expulsado en enero de 1962 de la Organización de Estados Americanos (OEA), también en una conferencia en Punta del Este. Meses después, se produciría la famosa “crisis de los misiles” por el descubrimiento de la existencia de cohetes soviéticos en la isla, que estuvo cerca de provocar un enfrentamiento militar entre ambas potencias.

 

El 2 de abril de 1964 Cuba se retiró del Fondo y hasta la actualidad es el único país latinoamericano que no forma parte de este organismo. Sin embargo, durante los dieciocho años en los que permaneció en el FMI, tuvo un rol muy activo y, como explicó el historiador del Fondo, James M. Boughton, ayudó a otorgar más derechos a los países pequeños dentro del Directorio de la entidad; en 1954 fue el décimo país en aceptar todas las obligaciones del Fondo, al evitar el uso de controles en el comercio internacional, y dos años después el gobierno de Batista le pidió un crédito pequeño al FMI que devolvió al año siguiente. Pero en 1958, cerca de su crisis terminal, solicitó otro préstamo por el equivalente al 25% de su cuota, por USD 12,5 millones, que debía pagar en seis meses. El historiador precisó que después de que las fuerzas de Fidel Castro derrocaron al régimen de Batista en enero de 1959, el nuevo gobierno trató repetidamente de posponer el pago.

 

Pese a renunciar a su membresía, durante los siguientes cinco años el gobierno de Castro pagó el monto total adeudado, incluidos todos los cargos por intereses: Cuba nunca “repudió” la deuda con el Fondo, a diferencia del eslogan utilizado por los partidos de la izquierda latinoamericana.

 

Los otros tres países que dejaron de ser socios del FMI, Checoslovaquia en 1954, Polonia en 1956 e Indonesia en 1965, luego retornaron al organismo.

 

La historia de las décadas siguientes es bastante conocida, ya que Cuba, que creció a una tasa promedio anual del 4,5% de 1959 a 1989, pasó a ser en forma gradual un satélite económico de la Unión Soviética, debido al embargo comercial de Estados Unidos desde 1962.

 

Pero el colapso de ese gigante comunista a fines de la década del 80 llevó a Castro a repensar sus lazos con Washington, sobre todo bajo la política de “poder blando” que desarrolló la administración demócrata de Bill Clinton.

 

En 1993, Cuba invitó al director ejecutivo de Bélgica en el FMI, Jacques de Groote, a visitar La Habana para reunirse en secreto con Castro y otros altos funcionarios. De Groote, un ejecutivo belga que en 2013 fue condenado por corrupción, mantenía buenas relaciones con varios países comunistas y dialogó en La Habana sobre las condiciones –con exigencias y beneficios– del reingreso de Cuba al Fondo, pero Washington se opuso, una posición que se reforzó cuando el presidente Bill Clinton perdió la mayoría en el Congreso en 1994 y apoyó la ley Helms-Burton promovida por estos dos legisladores republicanos. La norma le impedía al Departamento del Tesoro, entre otras medidas, apoyar la admisión de Cuba en las instituciones financieras internacionales.

 

La llegada de Barack Obama al poder en 2009 permitió volver a pensar en esta posibilidad, ya que esa administración demócrata creía que, frente a la competencia de los capitales de algunos países europeos y Canadá ya radicados en Cuba, sería positivo reintegrar al país al sistema económico global. Además, el bloqueo a Cuba había dejado de ser un tema central de la política del estado de la Florida.

 

El primer contacto que, desde mi llegada, tuvimos con Cuba fue en 2013, cuando enviamos a La Habana a un funcionario experimentado para que participara en una conferencia organizada por la prestigiosa Brookings Institution y financiada por el gobierno noruego. Dadas las restricciones vigentes para volar en ese entonces desde Estados Unidos, el funcionario viajó vía Miami con una aerolínea chárter que, según comentó, “no existía” en los sistemas tradicionales de información del aeropuerto de Miami.

 

Al llegar a Cuba se hospedó en el Hotel Nacional –fundado en 1930 y considerado el más lujoso de la ciudad– para participar en este evento enfocado en la política monetaria y cambiaria de Cuba, donde debatió con algunos académicos, pero se sorprendió por la poca participación de economistas del gobierno cubano.

 

A finales de 2014 Estados Unidos inició un proceso de acercamiento a Cuba. La normalización de las relaciones diplomáticas se formalizó con la primera reunión bilateral en cinco décadas entre los jefes de Estado de los dos países.

 

Esta cumbre se llevó a cabo al margen de la Cumbre de las Américas en Panamá en abril de 2015, y en agosto de ese año se reabrieron al mismo tiempo las embajadas en Washington y en La Habana. Este proceso tuvo su máxima expresión en la visita histórica que realizó el presidente Obama a La Habana el 20 de marzo de 2016. En su libro Personas decentes , Leonardo Padura realizó una gran descripción novelada de las expectativas y escepticismo que, en forma simultánea, generaba esta visita de un presidente norteamericano en la sociedad cubana, que estaba mucho más entusiasmada por el concierto gratuito de los Rolling Stones.

 

(Más información en la edición gráfica de la revista ANALISIS, edición 1147, del día 20 de diciembre de 2023)

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