Los usos de la semilla de trigo HB4 es una suma de incógnitas inquietantes. Desde 2022 unos 25 molinos hacen una mezcla con los granos convencionales, produciendo harina que contiene esta polémica “tecnología” que llega de forma camuflada a las mesas de los argentinos. No hay etiquetado para los organismos genéticamente modificados, confirmaron desde Senasa. Pero también resulta un misterio las millonarias regalías que reciben el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y la Universidad Nacional del Litoral (UNL) por la comercialización del producto. “Son contratos secretos”, se dijo a ANÁLISIS sobre el convenio que une a las entidades estatales, “inventoras” de esta variedad tolerante a la sequía, con la empresa privada Bioceres, que la vende a gran escala.
Por Silvio Méndez
En noviembre de 2021 se conoció la noticia que Brasil finalmente aprobó la variedad de trigo HB4 y con ello se liberó el mercado del principal importador de este cereal milenario. Con este visto bueno, también comenzaron los cálculos de réditos económicos. La prensa especializada estima ingresos de entre 15 y 20 millones de dólares para 2024 sólo en ventas al país vecino. Estas utilidades deberían distribuirse entre Bioceres, la firma productora; Conicet y UNL, quienes crearon la tecnología de innovación genética que permitió alcanzar un grano mejorado cuyas plantas logran una capacidad de adaptación a situaciones de estrés hídrico y permite mejorar la previsibilidad de los rindes por hectárea. Pero la opacidad reina sobre este transgénico. Se lo consume a diario sin saberlo en los subproductos alimenticios y también se desconoce qué beneficios económicos resultan para los organismos público.
El desarrollo del HB4 viene envuelto de profundas controversias desde su lanzamiento oficial. En mayo de 2022 se habilito su comercialización y antes, en octubre de 2020, el Ministerio de Agricultura de la Nación dio a conocer la “aprobación regulatoria”, la primera en el mundo, para semillas de trigo tolerante a la sequía. Este anunció lo realizaron en conjunto entidades del Estado y la empresa fundada por los popes de la siembra directa y la soja transgénica. Entonces ya se adelantaba que la comercialización dependía de la aprobación por parte de Brasil, el principal comprador. Las reseñas destacaban que esta tecnología pionera a nivel mundial, era el resultado de “una colaboración público-privada de más de 15 años” en una alianza de riesgos y beneficios que lideró Raquel Chan, responsable del descubrimiento y directora del Instituto de Agrobiotecnología del Litoral (IAL) de la UNL-Conicet.
Justamente Chan destacó en ese momento el haber culminado “un largo recorrido vinculado a un desarrollo biotecnológico pionero a nivel mundial” y celebró encontrar “un idioma común con la empresa Bioceres; pusimos los intereses colectivos del país por encima de los particulares”. Luego reconoció “el apoyo brindado por la UNL, Conicet y el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Nación” y también “a todas las personas que han trabajado a lo largo de todo este proceso para que este desarrollo sea hoy una realidad. Sin ellos esto no hubiese sido posible”. Finalmente lanzó: “El mundo está empezando a entender que las tecnologías son necesarias para mejorar nuestra vida”.
(Más información en la edición gráfica número 1140 del jueves 18 de mayo de 2023)