En el siempre cambiante mercado de drogas de Paraná, algunos personajes que surgían con fuerza hace algunos años han consolidado su crecimiento; también surgen otros que acaparan barrios enteros; pero los viejos narcos tampoco se retiran, algunos dirigen sus negocios desde la cárcel a través de sus hijos y otros continúan con perfil bajo, siempre impunes. Cortocircuitos institucionales en la Justicia y las fuerzas de seguridad ponen en jaque a una ciudad donde crece la oferta drogas, pero solo se golpea a los kioscos.
J.A.M.
En los últimos años el mapa del mercado de drogas ha ido cambiando en Paraná, por la misma dinámica de las disputas entre distintos grupos y por la caída de los narcos más conocidos en las décadas pasadas. Actualmente, hay algunos que desde hace unos años vienen siendo mencionados como los que más han crecido y lo siguen haciendo sin que la Justicia los moleste; otros aparecen como nombres nuevos en el ambiente con relativo desarrollo en determinados territorios; algunos viejos conocidos con condenas continúan sin ocultar sus movimientos y ganancias; y también están los herederos de los viejos cabecillas presos que tratan de mantener la empresa familiar a flote. Además, hechos como el sucedido en Esperanza (Santa Fe) revela que en Paraná siguen operando narcos de alcance regional que abastecen de drogas a Entre Ríos, cuyos nombres son muy conocidos, pero siguen impunes.
El dueño del Mosconi
Sebastián Ariel Benítez, más conocido como Tacuara, ya ni se preocupa por ocultar los movimientos de dinero, las inversiones y los vehículos en los que se mueve, imposibles de justificar con algún medio de vida lícito. Si bien es empleado de la Municipalidad de Paraná, su sueldo no es proporcional con el valor de las viviendas, autos y camionetas que ostenta en la zona oeste de la ciudad. “Se está quedando con todo Mosconi”, dice una vecina que, como cualquiera, lo conoce porque es un hombre que se ha criado allí. Años atrás, era un muchacho que se dedicaba a algunos robos y solía colaborar con algún narco de la zona. Es decir, se encargaba más de los mandados. Pero con el tiempo, sobre todo a partir de la caída de algunos narcos de relevancia, comenzó a crecer en el negocio, hace ya unos cinco años. Y lo hizo a la vista de todos, sin que ello le implique perder privilegios. Una investigación instruida en la Justicia Federal de Paraná, llevada adelante por la Dirección Toxicología de la Policía provincial, en 2019, había establecido el alcance de la organización montada por Benítez, con varios colaboradores de estrecha confianza (entre ellos un policía) y roles establecidos para cada integrante, desde la guarda de la droga hasta el fraccionamiento y la venta. Pero tras los allanamientos cayeron detenidos solo dos jóvenes que guardaban tres kilos de cocaína en un rancho, y al parecer no había pruebas suficientes para imputar al jefe de la banda.
En ANÁLISIS desde aquella época se lo viene mencionando en distintos informes sobre narcotráfico, desde sus inicios con un kiosco de narcomenudeo que funcionaba con la pantalla de una tiendita de ropa, hasta su crecimiento patrimonial exponencial en los años siguientes. Como todo narco que quiere mostrar su buen momento, Benítez se daba el gusto de traer a cantantes y grupos de la movida tropical (incluso santafesinos muy conocidos) que tocaban para él en cumpleaños o eventos familiares. Ahora, al parecer, explotó más ese rubro porque, según observan sus vecinos, puso un boliche en una casa ubicada cerca de la Escuela Esparza. Todos los viernes y sábados el lugar explota de gente que no paga entrada, solo disfruta del show con barra de bebidas y unos muchachos que ofician de seguridad privada. Eso sí, no lleva solo grupos de cumbia, sino que también le da lugar a cantantes de la movida del trap.
(La nota completa en la edición gráfica número 1128 de la revista ANALISIS del 24 de marzo de 2022)
