A un año del triple crimen ocurrido el 15 de noviembre de 2020, quedan demasiados interrogantes y la única certeza de que Paraná es territorio de disputa del narcotráfico regional. Con un solo imputado que siguió a los tiros y está libre, la investigación se estancó entre la falta de pruebas y el silencio del entorno de las víctimas. El principal sospechado de ser el instigador de la masacre, Germán Velázquez, se entregó tras pasar más de dos años prófugo, pero nadie espera que hable. Tampoco hubo, por ahora, venganzas que hicieran de Paraná lo que asomaba en aquella siesta de domingo, algo demasiado parecido a Rosario.

J.A.M.

La veintena de estruendos que convirtieron la siesta del domingo 15 de noviembre de 2020 del barrio Los Paraísos de Paraná en la escena de un triple crimen tiene, un año después, las mismas preguntas y las mismas sospechas: ¿quiénes mandaron a matar a Cristian y Víctor Barretto, Germán Herlein y Laureano Morales? ¿Qué diferencias surgieron en la disputa por el mercado mayorista de drogas se produjeron para quitar del camino a pesos pesados del narco regional? ¿Por qué estos personajes actúan impunemente pese a que son famosos en los ámbitos policial y judicial? ¿Por qué a tres días del aniversario de aquella masacre, el prófugo y principal apuntado como instigador, Germán Velázquez, decidió entregarse para terminar de cumplir una condena por robo y ser juzgado en una causa por narcotráfico en Santa Fe? ¿Qué es de la vida del único sobreviviente Víctor Barretto?

A un año del triple crimen podría decirse que hay una sola certeza, que desmiente aquello que todos pensaban como una amenaza inminente para la paz social: no hubo acción de venganza ni justicia por mano propia. Si bien se registraron movimientos del entorno de los Barretto y circularon frases como “ya la van a pagar” y “esto no va a quedar así”, afortunadamente no se cobraron aquellas muertes con más sangre. Incluso cuando Víctor Barretto declaró en la Fiscalía que no iba a colaborar con la investigación, había aclarado que lo iba a arreglar a su manera, pero hasta ahora evidentemente no pudo o no lo consiguió.

El asesinato expuso lo que venía ocurriendo en Paraná en materia de narcotráfico: se trataba de la actividad más rentable y con mayor expansión desde el inicio de la pandemia, beneficiada a partir de la concentración de las fuerzas del Estado en materia sanitaria y su corrimiento de los sectores más vulnerables, donde los empresarios de la droga pudieron afirmarse. Pero los nombres que aparecieron en escena no eran nuevos, sino muy conocidos en el ambiente, pero al parecer intocables. Los hermanos Barretto hacía 20 años que estaban en el negocio del narcotráfico y en los últimos tiempos se habían convertido en los principales proveedores de droga de la región, no sólo de bandas de Paraná sino de toda la provincia y también a grupos de Santa Fe. Incluso ya eran conocidos como “Los Teros”. Asimismo, mantenían negocios como pantalla de sus millonarias ganancias, desde licencias de taxis hasta bares y boliches, pasando por pinturerías con varias sucursales. Víctor (de 40 años), incluso, hacía un par de años que se había ido a vivir a un lujoso country de Nordelta. Las familias se iban de viaje al exterior y llevaban una vida de ricos. También eran queridos en un amplio ambiente social ya que no escatimaban en ayudar a quien necesitara dinero, tanto a personas como a clubes de Paraná y equipos del fútbol amateur, donde Cristian (de 43 años) jugaba y tenía muchos amigos. Ser narcotraficantes les sentaba muy bien y no veían en riesgo ni el negocio de la droga ni los movimientos del dinero que nadie se preocupa en perseguir.

Herlein, de 32 años,había salido de la cárcel casi un año antes del triple crimen, con libertad condicional, en el marco de una condena por haber integrado una banda que distribuía y vendía drogas en Paraná. Pese a la prisión, continuaba en el negocio, incluso con más experiencia y ambición. Luego de su muerte, cuando la Policía allanó su departamento de calle Andrés Pazos, encontró un millón de pesos en el ropero, pero tenía varios vehículos que ponía a nombre de terceros, entre otros negocios. Morales, de 23 años, era un colaborador de Cristian Barretto. En su trayectoria constaban algunos robos callejeros, pero no su participación en el mundo narco. Si bien era parte de la banda de los Teros, claramente fue la principal víctima en la trama del ajuste de cuentas.

(La nota completa en la edición gráfica 1126 de la revista ANALISIS del jueves 18 de noviembre de 2021)