Desvíos, causas e hipocresía

Edición: 
1095

“No puedo creer que esté acá. Soy el que más ha hecho por el Poder Judicial. Me lo reconocen los propios miembros del Superior Tribunal de Justicia”, decía Sergio Urribarri, mientras lo miraba fijamente a Alejandro Cánepa, a su vez yerno del vocal Daniel Carubia. Los fiscales Cánepa y Santiago Brugo fueron saludados de modo afectivo por Urribarri, como si los hubiera conocido de toda la vida, aunque era la primera vez que los conocía. A la fiscal Patricia Yedro quiso darle un beso en el saludo, pero la funcionaria judicial le extendió de inmediato la mano y su brazo no permitió que se acercara a más de 30 centímetros. La situación, de alguna manera, descolocó al hoy diputado; no se esperaba una reacción de ese tipo y lo sorprendió.

Ninguno de los fiscales respondió sus comentarios irónicos, buscando la reacción de los hombres de la justicia. En realidad, se mordieron los labios para no reaccionar. Cada uno de ellos, quien más, quien menos, hubiese querido hacerlo, porque lo venían investigando desde fines de 2015 y conocían en detalle varios de los manejos impunes del ex mandatario. Y en esos casi dos años soportaron –y seguirían aguantando-, cada semana, las chicanas legales de sus abogados bien pagos, con dineros públicos de los que nunca se conocieron detalles de su procedencia. Esa noche, hasta prefirieron no mirarlo en la mayor parte del tiempo en que estuvo Urribarri en la oficina de la fiscal Yedro. Contuvieron la bronca y las formas.

En el interrogatorio, después de preguntarle el nombre completo y su estado civil, Yedro le consultó:

--¿Tiene algún alias?

--Si, soy el archiconocido El Pato.

En el expediente, la fiscal Yedro puso específicamente: alias El Pato.

El ex mandatario no respondió más allá de las preguntas de rigor y además de las chicanas, se dedicó a hacer algunos chistes algo burdos, para hacer más amena la situación (…).

Urribarri salió de la oficina de la fiscal y se trasladó hasta el despacho de Brugo, donde lo estaba esperando un suboficial de la Policía de Entre Ríos para tomarle las huellas y sacarle la fotografía pertinente para el prontuario. Tal instancia siempre se realiza en el subsuelo de Tribunales, donde se encuentra la Alcaidía, pero se hizo la excepción con el exgobernador. Tendría que haber cruzado la calle Santa Fe y ser trasladado hasta el acceso central del edificio del Poder Judicial, para transitar otros 50 metros hasta la Alcaidía, donde por lo general hay presos detenidos por espacio de algunas horas y existen varias personas de guardia. Pero nadie quería que se lo observara fuera del edificio de la Fiscalía.

--¿Qué falta ahora, en este trayecto humillatorio que vamos haciendo? –preguntó por lo bajo Urribarri, pero con el tono suficiente para que los que estaban a su alrededor lo pudieran escuchar.

--Queda el examen del médico forense –respondió su abogado Marcos Rodríguez Allende, atento a cada movimiento de su defendido.

Pero la sorpresa fue mayúscula cuando abrieron la puerta de la oficina donde se debía encontrar al profesional de la medicina. No había nadie. Brugo no tenía explicación alguna a la situación. Tomó el celular, lo llamó y el médico fue claro y concreto: “Me cansé de esperar. Me fui”. No le pudo decir nada. El examen médico quedó para otra instancia.

Urribarri salió con tanta o más bronca que cuando ingresó. Lo esperaba un automóvil oficial para trasladarlo hasta su vivienda.

*****

Por lo menos en dos oportunidades, el exgobernador le pidió a Gustavo Bordet que intercediera ante el procurador general Jorge García. La última vez de ese 2017 se lo dijo personalmente.

--Pato, eras vos el que tenía buenas relaciones con la cúpula judicial y que yo sepa, el procurador fue nombrado cuando ya eras gobernador electo y tuvo tu aval, a la propuesta de Jorge Busti (1). Yo solamente lo conocí cuando fue el amotinamiento policial en Concordia, en el 2013, pero nunca más hablé con él. Tampoco tengo relación alguna con nadie del Superior Tribunal de Justicia, donde vos tenés no pocos amigos personales. Y fuiste vos el que los benefició con esa ley de enganche con la Corte Suprema, que nos va a traer un gran dolor de cabeza.

Urribarri agachó la cabeza, como asimilando el golpe frontal. Y decidió levantarse de la audiencia; de ese mismo lugar donde había concentrado demasiado poder durante ocho años. Se dio cuenta que no iba a recibir demasiada ayuda por parte del primer mandatario entrerriano, con quien el diálogo ya era inexistente.

Sin decirlo, Bordet hizo mención de las fuertes vinculaciones de Urribarri con su exabogada defensora, Claudia Mizawak –con quien era amigo personal desde hacía un buen tiempo, al igual que de su marido funcionario Raúl Arroyo- y con Juan Smaldone, padre de los dos mejores amigos de Mauro Urribarri y el propio Juampi Aguilera. Es decir, Guillermo y Tomás Smaldone. Como así también al notable aumento de sueldo que ordenó, para todo el sistema judicial, al equipararlo con la justicia federal.

--Te reconozco lo de Mizawak y Smaldone, pero con García nunca tuve ningún contacto –respondió Urribarri.

--Yo tampoco. Lo conozco de actos oficiales, pero nunca me tomé siquiera un café con el procurador –acotó Bordet.

En realidad, Urribarri y García se juntaron solamente una vez, a comienzos de la primera administración del exgobernador. El procurador se encontraba en el aeródromo de Paraná, esperando para tomar el avión de Líneas Aéreas de Entre Ríos (LAER) a Buenos Aires y se sorprendió con la llegada presurosa de un joven trajeado que le pidió hablar.

--Doctor García, disculpe. Vengo de parte del gobernador Urribarri, que está en aquel avión Lear jet que está en pista. Me pidió que le transmita si no quiere viajar con él, porque va solo y quería conocerlo.

--Bueno, como no. Voy con usted –respondió el procurador. Antes pasó por la ventanilla de LAER y desestimó el viaje.

García subió al avión contratado por la provincia especialmente para los viajes de Urribarri –que se negaba a trasladarse en vuelos de línea- y se encontró con que además del entonces mandatario estaba acompañado por la diputada nacional Blanca Osuna de Molina, a quien no conocía. Urribarri y Osuna se sorprendieron por las críticas al kirchnerismo que hizo en el vuelo el procurador.

--Doctor, entiendo su postura, pero yo necesito que me autoricen obras para la provincia y no puedo ponerme en la vereda de enfrente, por más que en

algunas cosas esté de acuerdo con usted –dijo Urribarri.

*****

Mauro Urribarri había hecho una especie de trabajo de seducción sobre el procurador García. Solía ir al despacho tribunalicio con cierta periodicidad, en especial para hablar de temas de gobierno. Los más conocedores de los encuentros recuerdan que solamente una vez le planteó el joven ministro algo sobre las causas de corrupción. Fue la última vez que se encontraron en el despacho del segundo piso de Tribunales.

--Coque, tengo un mensaje de mi viejo. Lo único que quiere es que, desde la justicia, lo dejen jugar en política.

--Hasta ahora ha podido jugar tranquilamente en política. Más allá de las investigaciones o las citaciones, nunca se lo ha afectado demasiado, porque recién se está en una primera etapa. Lo que sí, decile a tu tío Aguilera que no dejó macana sin hacer y va a tener condenas muy graves. Está muy complicado y tarde o temprano va a terminar preso –respondió el procurador.

Mauro Urribarri quedó en silencio; casi absorto por los dichos de García. Sin hacer comentario alguno, saludó y se fue.

A 15 días de ese encuentro el procurador iba desde Paraná a Concepción del Uruguay en su automóvil y se detuvo en la estación de servicios Oil, en el acceso a Rosario del Tala. Ingresó al baño y se lo encontró nuevamente a Mauro. A su lado estaba otra persona a la que no conocía.

--¿Usted es el doctor García? –preguntó el individuo.

--Sí, así es. ¿Usted es hermano de Mauro?

--No, soy Juan Pablo Aguilera, el tío de Mauro.

--Ahh, usted es el famoso Juampi Aguilera. ¡Menos mal que nos conocimos acá y no en otro lugar un poco más complejo para usted! –acotó García.

(más información en la edición gráfica número 1095 de la revista ANALISIS del viernes 3 de mayo de 2019)

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La muestra se puede visitar en el Museo Conrado Hasenauer.

La participación será de grupos de hasta 30 personas por velada

Será a partir de las 21 en el “Auditorio Scelzi”.