Por Ayelen Waigandt
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El abogado paranaense Marcelo Baridón trabajó en los primeros pasos de la denuncia por abuso de menores contra el cura Justo José Ilarraz y aunque aclaró que no es un experto en la materia se permitió junto a ANÁLISIS reflexionar sobre la situación y las repercusiones de las denuncias de abusos.
“En la causa de Ilarraz hay una serie de peculiaridades que se manifiestan de modo casi pornográfico, donde hay una relación intersubjetiva entre un sujeto mayor de edad y sujetos menores y una relación de poder entre las partes, y en esto se pueden ver similitudes con el caso de la denuncia de la actriz”, señaló Baridón quien se apura a aclarar que “son similitudes propias del patrón de una relación abusiva donde la satisfacción –en este caso sexual- termina siendo sólo para una de las partes”.
Admitió que el caso Ilarraz puede verse como el puntapié inicial para otras denuncias similares, como las causas contra los curas Marcelino Moya y Juan Diego Escobar Gaviria y recordó: “El arzobispado de Paraná ha tenido una importancia relevante en la Iglesia argentina. Quien fue presidente de la Conferencia Episcopal durante la dictadura militar y confesor del dictador y genocida Jorge Rafael Videla, Adolfo Servando Tortolo, era arzobispo de Paraná y está comprobada su fuerte incidencia con lo peor de la dictadura, y con la denuncia contra Ilarraz quedó nuevamente al desnudo que las prácticas abusivas de la Iglesia católica de Paraná permanecen. Desde esa perspectiva histórica, lo que la causa contra Ilarraz develó, para muchos no fue una sorpresa, porque es claro que fomenta y tolera esas prácticas”.
“De hecho la habitación de Ilarraz en el Seminario donde se cometían los abusos está al lado, pegada a la habitación que en ese momento era del actual arzobispo Alberto Puiggari”, mencionó a modo de ejemplo del encubrimiento que aún hoy persiste.
En contraposición, consideró que “la respuesta firme del Ministerio Público Fiscal de tomar la palabra de los denunciantes y llevar adelante la acusación seguramente repercutió en otros afectados y también repercutirá en el futuro. Evidentemente, lo que alienta las denuncias es ver una respuesta judicial contundente”, aceptó.
Otro punto a analizar es que la denuncia contra Darthés también provocó en el país el fenómeno de los “escraches”, tan visibles desde la irrupción de las redes sociales en la vida cotidiana. Sobre esto, Baridón advirtió que “es sumamente delicado, porque no todas las víctimas de abuso está en condiciones psíquicas, físicas o anímicas de hacer una denuncia en el sistema formal” y calificó a los denunciantes como “héroes civiles” en cuanto al “enorme esfuerzo que significa la denuncia, porque son delitos aberrantes y el solo hecho de haberlo sufrido atraviesa de por vida a la persona”. “Uno de los sacerdotes que acompañó a las víctimas de Ilarraz, luego de la condena, me dijo: estamos todos rotos”, reveló.
De todos modos, rememoró que “cuando se produjeron las leyes de obediencia debida y punto final, la Agrupación HIJOS instaló el escrache contra aquellos genocidas que permanecieron indemnes de sanción penal y eso contribuyó a conmover la conciencia colectiva y mantener vigente el grave problema de injusticia. Hoy si se mira la historia del movimiento de derechos humanos casi se podría decir que hubiera sido impensable el desarrollo posterior de los juicios por la verdad”.
(más información en la edición gráfica 1092 de la revista ANALISIS del 20 de diciembre de 2018)