Por Juan Cruz Butvilofsky

Corría marzo del año pasado y se desarrollaban con total normalidad los ensayos de una de las obras teatrales que aparecieron con empuje en la escena paranaense en el último tiempo. Hubo dos hechos concretos que provocaron que se corra el telón de la impunidad que le permitía a un reconocido actor y tanguero de Paraná continuar con su normal desempeño actoral a pesar de tener una condena en su contra por abuso sexual.

Hace un mes, aproximadamente, comenzaba a girar la obra "El Difuntito", impulsada por HIJOS en el marco de Teatro por la Identidad, y el abusador formaba parte del elenco. Además, era la cara visible del spot de un organismo oficial, jugando el rol de abuelo. Estos dos hechos provocaron que alguien active la luz roja y advierta a sus pares sobre con quién estaban trabajando día a día.

Había pasado más de un año de la condena judicial contra S.R.C. por abusos sexuales a una menor de edad. Fue una sentencia de marzo de 2017 la que condenó al reconocido actor a la pena de tres años de prisión condicional por haber abusado de una menor de edad. Además, en el fallo se instó al condenado a "abstenerse de realizar actos molestos y/o perturbadores hacia la víctima"; "realizar un tratamiento psicológico, en algún organismo de salud pública, por el término de la condena"; "abstenerse de abusar de bebidas alcohólicas y/o estupefacientes en la vía pública"; "presentarse cada seis meses ante la oficina de la OMA (Oficina de Medios Alternativos de Resolución de Conflictos) a dar cuenta del cumplimiento de todas las reglas aquí fijadas"; y la prohibición de cambiar domicilio y/o viajar fuera del territorio provincial. Todo esto, bajo apercibimiento de revocar la prisión condicional y que se transforme en efectiva.

La contundencia de la sentencia fue prueba suficiente para que el abusador fuera apartado de esa y todas las otras obras a las cuales pertenecía hasta hace un tiempo. Enseguida, los actores comenzaron a correr la voz con el objetivo de que todos sepan quién era S.R.C. realmente y evitar que sea contratado por otras producciones. Todo el accionar del colectivo de actores se desarrolló con suma prudencia, la misma que impone la necesidad de mantener en reserva el nombre del victimario, con el objetivo de proteger a la sobreviviente de sus abusos.

El fallo fue el comienzo de un proceso de sanación para quien debió soportar los hechos, pero durante mucho tiempo -un año y medio- el abusador gozó del beneficio de que el ambiente del teatro no conociera su accionar, lo que le permitió seguir con su trabajo con cierta habitualidad. Tal fue el privilegio que le otorgó el desconocimiento de la sentencia que recaía sobre sus espaldas hace más de un año.

La información también llegó a otro de los elencos que integraba el actor abusador. Un martes se anoticiaron de que S.R.C. estaba condenado y el mismo jueves de esa semana lo sentaron para expresarle la situación. El condenado negó todo y aseguró que si la sentencia no había tomado estado público había sido porque sus periodistas amigos sabían que era mentira.

Pero la mentira era la del actor, con grandes dotes de ficción. Si el caso no había tomado estado público pudo ser por la necesaria protección de la sobreviviente a sus abusos. Pero el paso del tiempo y la garantía de su impunidad en el ámbito teatral motivó que fuera necesario reforzar la condena con la difusión de sus actos para que no pueda gozar de la impunidad que dan el desconocimiento y el silencio.

(Más información en la edición gráfica número 1089 de la revista ANALISIS del jueves 8 de noviembre de 2018)