Daniel Enz
Tavi Celis no salía de su asombro cuando se enteró. La fría celda donde se encontraba detenido -y desde donde seguía manejando su estructura delictiva- se transformó en lo más parecido a un témpano cuando le dieron el detalle de sus familiares directos detenidos y de la cifra millonaria que había perdido con el secuestro del cargamento, a manos de la Policía Federal. Puteó largo y tendido; contra los policías, los hombres de la justicia y la clase política, con los que estuvo vinculado en los últimos tiempos, hasta caer en desgracia. Recién dejó de maldecir cuando entendió que era de noche. Y tal vez, porque se le venía aún más la noche. Que ya no era solamente él, sino que también habían partido al medio la estructura que manejaba al dedillo su hermano Miguel Titi Celis, quien seguía desarrollando el negocio millonario como si no hubiera pasado nada, desde su vivienda-bunker de San Benito, donde también dispondría -en otra zona del poblado- de un galpón con fachada de comercio para acopiar la droga. A mediados del año pasado zafó apenas, por desinteligencias policiales, que le interceptaran un cargamento de casi 100 kilos de marihuana, proveniente de Corrientes.
“Hago más dinero estando adentro que afuera”, le confesó Celis a uno de sus allegados más directos, semanas antes, demostrando las falencias del Servicio Penitenciario, más allá de controles o equipos inhibidores de celulares. Y era así, porque al dinero “todo lo puede” entre determinados hombres del Servicio Penitenciario, aunque nadie lo quiere reconocer y un favor a un jefe narco siempre se paga muy bien en ese ámbito. Marihuana, cocaína y alitas de mosca, a través de la cocina de drogas que tiene en un lugar ubicado a no más de 40 cuadras de la plaza Primero de Mayo de Paraná, que nunca pudo encontrar personal policial, siguen siendo manejados por el jefe narco, ahora derivado a la cárcel de la ciudad de Victoria.
A nadie sorprendió demasiado que el avión interceptado en tierras de Colonia Avellaneda haya llegado desde Paraguay. De hecho, la marihuana que manejó Celis en los últimos 20 años siempre la trajo del vecino país, a partir de sus buenos contactos en Misiones (en particular de Eldorado, donde se hizo amigo de un narco con el que estuvo preso) y en la frontera, desde principios de los ’90, cuando vivió allí y estuvo detenido por participar del negocio de la droga. El mismo avión Cessna había tenido un aterrizaje de emergencia el 30 de abril de este año, en el aeropuerto de Encarnación y uno de sus pilotos, de origen boliviano, estaba vinculado con el narcotráfico. Había sido condenado por integrar la organización de narcotráfico liderada por la misionera María Alejandra Fernández, alias “Muñeca”. Francisco Alejandro Suescun Rivero, próximo a cumplir 24 años, fue hallado culpable -en juicio abreviado en junio de 2016- por el Tribunal Penal Federal de Posadas y sentenciado a cinco años de prisión por “contrabando agravado de estupefacientes”. Es uno de los siete detenidos en agosto del 2014 tras un procedimiento de la Policía Federal en un campo de la localidad de Toledo, provincia de Córdoba, donde fue secuestrada una avioneta con 420 kilogramos de marihuana. Suescun Rivero, tras firmar su condena en Posadas, solicitó a la Justicia Federal su expulsión del país para cumplir con la pena en libertad condicional en Bolivia.
Viajaba acompañado por un paraguayo de 22 años, y habían partido desde Ciudad del Este esa misma tarde.
Dentro de la avioneta no se hallaron estupefacientes ni ningún tipo de mercadería ilegal. El piloto boliviano y su acompañante recuperaron la libertad dos días después, luego que sus abogados cumplieran con los requisitos filiatorios de situación legal. Una semana después fue ese mismo avión el interceptado en Colonia Avellaneda, después de descartar el otro campo de los hermanos Ghibaudo, a quienes los Celis contrataron para el descenso con los 317 kilos de marihuana. Está visto que el piloto boliviano fue el que nunca apareció, porque alcanzó a fugarse, tras el operativo desarrollado por 10 integrantes del grupo GEO de la Policía Federal, que hacía varias semanas esperaban la llegada del Cessna, tras casi un año y medio de investigación, que incluyó más de mil horas de escuchas telefónicas y terminó con la detención de 15 personas con domicilio en Paraná, en San Benito (donde vive Titi Celis) y en Córdoba, donde reside uno de los personajes que hizo de nexo para la llegada del avión. El cordobés Gastón de la Fuente estuvo escondido en tres viviendas de la capital entrerriana, hasta que fue detenido.
Celis siempre mantuvo un perfil bajo. Por lo menos hasta que Sergio Varisco llegó a la presidencia comunal, en diciembre de 2015. Trataba de diferenciarse de las condiciones de “violentos” de los otros jefes narcos, como Gustavo Petaco Barrientos o Elbio Gonzalo Caudanna y aparecía como un hombre de diálogo y moderado. No obstante, a su alrededor siempre hubo aprietes, extorsiones, armas, violencia y muertes. Como también un vertiginoso ascenso en su vida: pasó de la pobreza casi absoluta, de juntar basura en el Volcadero, a transformarse en millonario y en líder barrial para muchos, por el negocio narco.
(Más información en la edición gráfica de la revista ANALISIS del miércoles 7 de junio de 2017)
