De creencias, docentes y espejos

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¡Teléfono en la Redacción!

Por A.S.

—¿Cómo anda? ¿Contento?
—¿Debería estarlo?
—Y sí. Al fin se solucionó el tema docente.
—¿Se solucionó? Me parece que uste´ anda demasiado optimista. Lejos está de haberse solucionado. El gremio aflojó con el 23,5%, cuando la inflación interanual, según el IPC Congreso, es mayor a 27%.
—¿No me había dicho en una conversa previa que era del 33%?
—Eso anunciaron, pero al parecer corrigieron el dato.
—La interanual es cuando comparan mes con mes, ¿no?
—Claro. La definición técnica es la variación del índice de precios entre un mes determinado del año en curso y el mismo mes del año precedente.
—O sea, se compara abril de 2017 y abril de 2016. ¿Eso da 27% o 33%?
—Según a quién quiera creerle. En cualquier caso, es mayor al 23,5% que ofreció el gobierno de Bordet.
—Sí, pero no es lo mismo tres puntos abajo que diez.
—Y no.
—Asi que uste´ dice que no se solucionó nada.
—Y no. Llevamos 25 o 30 años discutiendo salarios. Algún día podríamos discutir otra cosa, ¿no le parece?
—¿Pero cómo hace? Porque para dejar de discutir eso habría que tomar alguna decisión…
—Que nadie quiere tomar. Tal cual. Quizás una consulta popular, ¿qué le parece? Por ejemplo, decidir que nadie en la docencia gane menos que un porcentaje fijo de un juez o de un diputado nacional. Un tercio, póngale. ¿Le parece bien?
—No sé cuánto gana un diputado nacional.
—De bolsillo, si no hubo más aumento, unos 90 mil pesos.
—No está mal. 30 mil de base para cualquier docente. Y a otra cosa. Y a partir de ahí empezamos a hablar de todo lo demás. Por ejemplo, controlamos que todos cumplan. Que nadie tenga más cargos de los que debe. Que no se inventen falsas enfermedades para no ir a dar clases y mientras tanto tener otro laburo. Y que no acumulen horas que después no dan, así los docentes jóvenes también tienen trabajo.
—Ja. No estaría mal. Yo lo apoyo, si uste´ arranca. Eso sí: me reservo el derecho de proponer que eso después valga no sólo para los docentes, sino para todos los trabajadores.
—No es mala idea.
—El que parece que tiene ganas de meter otras discusiones es el ministro Bullrich.
—¿Qué dijo?
—Eso de que se pueda enseñar las distintas religiones en la escuela.
—Ah, sí. Algo leí sobre eso. Se fue al carajo, ¿no? Vi que lo dijo medio de apuro para zafar, en Corrientes, porque un cura cavernícola le reclamó que haya educación católica en las aulas.
—Sí. Quiso zafar diciendo que cree que “en las escuelas debemos enseñar otras religiones también, que también tienen lecciones para aprender”.
—Me parece que quiso decir “lecciones para dar”. Vaya a saber. Como sea, armó un lío bárbaro.
—Sí, pero, ¿y si le redoblamos la apuesta al ministro Esteban Bullrich?
—¿Qué quiere decir con eso?
—Mire, hace unos años, preocupado por el avance de los fundamentalismos en todos lados, un destacado filósofo planteó una idea tan innovadora como perturbadora. Daniel Dennett se llama y es autor, entre otros textos, de La conciencia explicada y Romper el hechizo: la religión como un fenómeno natural.
—¿Qué dijo?
—Propuso que no se debe prohibir que se les enseñe religión a los niños, sino todo lo contrario: enseñarles, pero no aquellas creencias que se les inculcan tradicionalmente, las supuestas virtudes de las religiones en las que creen sus familiares, sino la otra cara. “Aún más importante que la educación de los jóvenes sobre la ciencia, es la educación sobre la religión”, dice Dennett.
—¿Cómo sería eso?
—Le leo: “Propongo que les enseñemos acerca de los hechos de su propia religión que sus mayores no quieren que sepan (o que probablemente tampoco saben). Así ellos no serán víctimas de la religión de sus padres. Creo que hay que abrir las compuertas. Enseñar a los niños acerca de las religiones del mundo".
—O sea, enseñar todas las religiones. ¿Pero qué es eso, llevaría curas, imanes, rabinos, pastores evangélicos, predicadores evangelistas, “pais” umbanda, yoguis, maestros budistas, todo eso a la escuela? ¿Es en joda, no?
—No, eso es la pavada que dijo Bullrich. Lo que dice Dennet es otra cosa.
—¿Cómo sería, entonces? No le entiendo.
—Sería enseñar la historia de las religiones en la escuela. Todas las que han sido (o aun son en la actualidad) religiones de Estado. Pero enseñarlas científicamente.
—De nuevo. ¿Cómo sería eso?
—Sería enseñarlas de la mano de las distintas disciplinas científicas. No que las enseñen religiosos de ningún culto, sino docentes especialmente preparados, formados para eso. Formados en la historia de la cultura, para mostrar sus orígenes, exhibir cómo todas ellas carecen de originalidad porque son reformulaciones de cultos anteriores (a los que sin embargo desprecian o niegan); de la mano de la sociología, explicando sus relaciones con las clases dominantes de cada sociedad y de cada época; de la mano de la antropología y la historia de las ideas, desarrollando cómo el discurso religioso fue (y es) empleado para legitimar diferentes formas de dominio; de la mano de la psicología, para que se aprecie cómo se imbrican con los miedos individuales y colectivos de los seres humanos; de la mano de la historia de la ciencia, para recordar cómo las religiones (casi todas) intentaron oponerse a los avances sociales, científicos y políticos; de la mano de la literatura, citando autoras y autores a los que casi no se menciona para no incordiar, y que desde antaño denunciaron sus abusos; de la mano de la filosofía, en suma, mostrando cómo justificaron “guerras santas” de todo tipo, desigualdades, racismo, conquistas, machismo y asesinatos en masa.
—Pah. Si llega a hacer eso un gobierno se arma la tole-tole. Pero además, no veo a un gobierno del PRO impulsando algo así.
—¿No dicen que son liberales? Bueno, eso sería liberalismo. ¿Y no sería una buena idea? ¿No podría constituirse en un gran aporte para que los niños y niñas comiencen desde la escuela a desterrar de sus mentes el fanatismo, la intolerancia, el pensamiento mágico?
—No lo niego. Sería un buen comienzo. Así nadie creería después que una estatua de yeso puede segregar líquidos orgánicos humanos.
—Por ejemplo.
—O incluso cosas peores: que unos pases de reiki o un manochanta te pueden curar un cáncer. O que un cura te va a solucionar tus problemas emocionales o de laburo, o que una procesión te va a librar de la miseria. O que un predicador te va a “curar de la homosexualidad”.
—No hay que perder la esperanza. Hace cien años, más o menos, sus abuelos, cuando le dolía una muela, no iban al dentista. No había. Tampoco había salud pública. Así que rezaban.
—En algunos terrenos hemos avanzado. ¿Y alguien propone acá en la Argentina algo así?
—La verdad que no lo sé. Es como un tema tabú. Fíjese que salvo los partidos de izquierda nadie habla de estas cuestiones. Menos, de la necesidad de separar la Iglesia del Estado.
—Cierto. Y le diría que sólo algunos de los partidos de izquierda, porque varios les han hecho un gran seguidismo a las corrientes “progres” de la Iglesia, entonces archivaron estas ideas. Las escondieron mucho tiempo. Encima ahora que hay un Papa “progre”, menos hablarán de estos asuntos.
—Así es. Pero aunque nadie hable hoy de estas cosas, en nuestra Argentina hay antecedentes ilustres, aunque no se los recuerde.
—¿Sí?
—Claro. Por ejemplo, en nuestros pagos, una Historia de las religiones y de las Instituciones libres, precisamente con el enfoque que hoy reclama Dennet, eran las cátedras que dictaba el gran Alejo Peyret –ese sabio e ilustre igualitarista casi olvidado–, hace más de cien años, tanto en el Colegio del Uruguay fundado por Urquiza en Entre Ríos (el primero laico del país) como en el prestigioso Colegio Nacional Buenos Aires.
—No sabía eso.
—Sí. Y lo mismo Juana Manso, la loca Manso, esa formidable educadora, intelectual, filósofa que protegió Sarmiento y que es una antecesora destacada del laicismo, de la educación popular y del feminismo. Y antes, el mismísimo Artigas, que hizo respetar las creencias y ceremonias de los aborígenes y que en sus célebres Instrucciones para la Asamblea del Año XIII incluyó la hermosa consigna: “La libertad civil y religiosa en toda su extensión imaginable". Ah, y no se olvide de nuestra Constitución entrerriana, que no se cumple pero también tiene frases memorables, como su artículo 9: “El Estado no podrá dictar leyes ni otras medidas que restrinjan o protejan culto alguno”. En Entre Ríos no hay religión de Estado. Todas son iguales.
—Pero mire qué interesante.
—Aunque por desgracia, políticos, jueces, funcionarios y hasta periodistas se olviden de eso cotidianamente y le den un lugar preponderante en el espacio público a esa institución que decide hacerle creer a la gente que una estatua de yeso puede llorar sangre, que no sería nada al lado de cosas peores, como que la mujer es inferior, que hay un Dios que te va a castigar eternamente por tener pensamientos “sucios” y tantas otras aberraciones de perversos que aseguran ser castos mientras en privado cometen todo tipo de tropelías, muchas veces contra niños o niñas indefensas a quienes les arruinan para siempre la vida. Entonces pueden poner sus símbolos religiosos en plazas, escuelas, tribunales, etcétera, y nadie dice nada.
—Mire, yo creo que tiene razón… Ahora, convengamos que, con lo de los sueldos de los docentes se podría hacer una consulta popular y en una de esas la gente lo apoye. Pero con esto, ¡olvídese! Estamos casi dominados por los brujos de todo tipo.
—Sí, por desgracia. “La toxicidad de la religión depende de la ignorancia forzada de los jóvenes”, dice Dennet. De nuevo entonces: ¿Y si le redoblamos la apuesta a Bullrich? Habrá que empezar por recuperar aquellas enseñanzas de Peyret. Sus clases fueron editadas por sus alumnos, y aunque hoy son casi inhallables, hay ejemplares en algunas bibliotecas. En la Historia de las Religiones, terminaba diciendo, en 1886: “Hemos tenido las religiones fetichistas, las religiones locales, las religiones de la tribu, las religiones de la ciudad, las religiones nacionales, las religiones internacionales; para llegar al último término de la evolución, es preciso constituir la religión de la humanidad, con la eliminación de los dogmas intolerantes”.
—Qué genial. Por ahí vale la pena difundirlo.
—Ya lo creo. Ahora vuelvo a lo del comienzo. El compañero Bordet, ese revolucionario al que el Frente Grande y el PC dicen que hay que apoyar contra el neoliberalismo, está haciendo denodados esfuerzos para pagarle a los compañeros docentes lo que merecen. Lo que pasa es que Macri no le manda plata.
—¿El Frente Grande? ¿El PC? ¿Uste´ no está leyendo diarios viejos? ¡Si esos partidos no existen hace añares!
—Ja. No sea malo.
—No lo soy, solamente constato. ¿Y cómo que Macri no le manda a Bordet? Es la provincia que más recibe.
—Bueno, pero no alcanza porque la herencia recibida es nefasta: una provincia quebrada, endeudada, desordenada y llena de irregularidades y corruptela, como la concejala esa de Larroque que cobraba 17 sueldos.
—Na. Eran cuatro nomás. ¿Y de qué herencia me habla? Si el principal responsable de eso es el que maneja la Cámara de Diputados, el que le hace el presupuesto a Bordet, el que le puso más de medio gabinete…
—¿Uste´ dice el best-seller entrerriano?
—Malhaya triste destino para Urribarri, ¿no? Ser best-seller pero no del libro que escribió sino del que escribieron sobre él.
—Ah, el del director de ANÁLISIS. Sí, no tiene desperdicio ese libro. Pero bueno, el de Urribarri, ése en el que se chupa las medias a sí mismo, tampoco lo escribió él.
—Pero claro. Dicen mis informantes habituales que está haciendo un curso acelerado de lectoescritura para poder dedicarlo en las raras ocasiones en que alguien le pide que lo haga.
—No sea malo.
—No lo soy, solamente constato. Esos dos libros son como un espejo, uno muestra todo lo contrario que el otro, pero el personaje es el mismo.
—Me encantó la definición. Bueno. La seguimos en quince días, ¿le parece?

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Cultura

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Será a partir de las 21 en el “Auditorio Scelzi”.