Mariana Bolzán

“Lauphan”, así se presenta este treintañero de largas rastas y acento entrerrianísimo, que se prepara para tocar con lo que él llama “un kit viajero”: su guitarra, sintetizadores y elementos de percusión que ejecuta un compañero de viaje. La banda completa tiene más de diez integrantes y ahí despliega Lauphan el arsenal de sonidos que componen esta mixtura de música folklórica con la electrónica, que él reconoce tenía necesidad de juntar de manera natural: “quería trabajar y explorar ritmos que ya venía tocando con la guitarra y que los sentía muy propios: el chamamé, la chamarrita, son ritmos que cuando vivía en Ramírez los tenía todo el tiempo. Quizá no los escuchaba deliberadamente, pero estaban ahí, son el lugar”.

Cuenta Lauphan que su trabajo como DJ en las grandes fiestas que organiza cada semana en Rosario influyó en esta búsqueda: “Estaba trabajando con la música electrónica y quería juntar dos partes que tenía muy disociadas: la del DJ y la del compositor, solo en su habitación, tocando ritmos que lo constituyen”. Las canciones, dice, fueron una excusa para experimentar y llevar los ritmos litoraleños a otros territorios musicales.

—¿La idea fue hacer más cosmopolitas esas bases de ritmos populares?
—Me parece que ya las fronteras de la música se están borrando. Mas allá de que hay una presencia fuerte de música del litoral o de ritmos, yo no crecí arriba de un caballo y mirando el horizonte. Es decir, crecí cerca de eso, pero hacía muchos años que yo estaba con la computadora, el teléfono, en Rosario. De hecho me pasó que cuando fui a hacer la preproducción del disco a Islas del Ibicuy, a un ranchito en el medio de la nada, me empecé a encontrar con gauchos que andaban con el facón arriba de un caballo mandando Whatsapp. Ahí entendí lo de la idealización de la música folclórica. Las fronteras se están desdibujando. La tecnología se integra a la vida rural y viceversa. Con la música pasa lo mismo. La intención en el disco fue esfumar, más allá de que permanezca la idea, intentar que esa fusión sea de manera integrada, jugando.

—¿Cómo fue el proceso del disco? ¿Por dónde comenzaste?
—Empecé por las canciones. Me interesaba que, más a allá de la electrónica y el folclore, fueran canciones que pudiera tocar con la guitarra. Empecé yo solo en mi habitación, escribiendo, tomando apuntes. Después vino la parte de las programaciones, de vestir esas canciones o de llevarlas a otro lado. Fue bastante orgánico eso también, porque no es que me propuse “ahora a esto le voy a meter electrónica”. Se fue dando con aquello que me encontraba en ese momento: yo estaba experimentando con la electrónica y era eso lo que le podía brindar a esos ritmos y canciones. Si yo me lo prohibía por prejuicio, me lo iba a perder e iba a privar a las canciones que transiten por eso. Sentía que era lo más honesto. Y como era mi primer disco, no tenía que responder a nadie. Ni de formato ni de estilo, nada. Fue mi búsqueda. Fueron tres años de retomar canciones, recuperar cosas escritas hace años en Ramírez, de corregir. Es parecido al trabajo del carpintero, que encuentra un pedazo de madera, lo va puliendo. Es muy artesanal esa parte del proceso.
Volví a rosario después de hacer las canciones y empecé a trabajar sobre las maquetas. Y regresé al estudio con ese material que tenía la calidez de haber sido grabado en otros escenarios. Hoy la producción musical se ha transformado. Hoy quizás grabás cosas en tu casa y ya eso es una maqueta que va creciendo. En ese proceso también había mucho sonido ambiente captado que después formó parte del disco. Quería que el disco tuviera una especie de marco. Y ese marco lo pensé a partir de que uno, cuando canta, cuando actúa, no lo hace aislado en la habitación de su casa, sin ruidos: cruza una moto, hay bullicio, alguien habla. Yo quería que en el disco estuviera ese marco que había juntado en todos esos días. Hay tomas en las que, como por ejemplo las que hice en Ibicuy, había mucho ruido de animales. Como eran maquetas, en ese entonces pensé que no tenía importancia, pero después me di cuenta que eso enriquecía muchísimo a las canciones, le daba un marco que respondía al concepto del disco.

(Más información en la edición gráfica número 1045 de ANALISIS del día 25 de agosto de 2016)