Luis María Serroels
Especial para ANÁLISIS
La situación generada por los pedidos de José Dumoulín y Leonardo Tovar, párrocos de Villaguay y San Benito (anteriormente lo había hecho el padre José Carlos Wendler), pone de relieve que la Curia de Paraná no tiene la menor intención de revertir su desidia cómplice. Contribuye a acentuar el azoramiento de la sociedad, el hecho de que los altos prelados insistan en ignorar las reiteradas condenas del Papa Francisco, ratificadas con énfasis durante su visita a los Estados Unidos.
Mientras desde la justicia se ratifica que el pedófilo Justo Ilarraz será llevado a juicio oral (lo cual no la exculpa por su dilatada demora), la cúpula eclesial se desentiende de prestar auxilio reparador a quienes siendo niños vieron frustrada su carrera sacerdotal de la peor manera. El execrable hecho causó mayor dolor en la medida que quienes debían ponerle fin se encierran en un encubrimiento francamente desalentador.
E1 16 de setiembre de 2012 –apenas tres días después de lo revelado por este sitio sobre el escándalo del Seminario Menor de Paraná-, nos referimos al repudiable hecho recordando una frase de San Gregorio Magno, Papa y proclamado Doctor de la Iglesia, quien sentenció que “Debemos evitar el escándalo. Pero si el escándalo se produce por la verdad, antes que abandonar la verdad se debe permitir el escándalo”. De ahí en adelante las autoridades eclesiásticas de Paraná invirtieron los términos, optando por la indiferencia para ocultar la verdad. La justicia ha de fallar en algún momento, pero la Iglesia, que tendría que haber apartado a Ilarraz sin demora, lo terminó protegiendo. Muy mala señal.
(Más información en la edición gráfica número 1035 de ANALISIS del 17 de diciembre de 2015)