Por Juan Cruz Butvilofsky
El azar puso en el camino de este joven periodista la historia de cuatro hombres, cada uno con una mochila cargada de tragedia sobre sus espaldas. Pero además puso frente a sus ojos la historia del valor, la creatividad y la resistencia más noble ante la constante violencia con la que se les cae a diario. Violencia física y psicológica que sufren desde el Estado, como así también desde la sociedad. Resistencia basada en la organización solidaria entre quienes sufren lo mismo y que lograron entender que la violencia como respuesta no es una salida efectiva y real.
Elio, el Porteño, León y Alexis son cuatro de los seis que forman parte de un mismo grupo que quedó a la deriva luego de que el refugio invernal municipal cerrara sus puertas, dos días después de que Blanca Osuna perdiera las elecciones ante Sergio Varisco. El refugio que funcionó en un galpón de las oficinas de Defensa Civil de Paraná se creó en el mes de mayo para dar lugar en las noches de invierno a las personas en situación de calle. No obstante, por el devenir electoral, la sensibilidad social de la clase política logró estirar hasta el mes de octubre la garantía del derecho a una mínima cuota de dignidad.
No se trata aquí de la historia de inocentes de algún que otro acto desleal para con la sociedad. Se trata de un grupo de personas de un amplio nivel intelectual que es consciente de sus errores pero a quienes el Estado niega la materialización de su autocrítica. Son el fiel reflejo del discurso que sostiene que el pobre no puede abandonar la marginalidad por ausencia de voluntad, sino por condiciones bien impuestas desde arriba. Se trata de una cuestión de clase.
En este grupo, uno de los integrantes tiene dos libros publicados por ganar un concurso literario –y otros tantos escritos dando vueltas- y otro es un bajista amante del hardcore. A su vez, uno de ellos debe sobrevivir a la calle con una prótesis en lugar de su pierna izquierda.
Los cuatro –dos permanecían dormidos al inicio de la charla- recibieron a este cronista en su monoambiente público situado en las inmediaciones del Parque Urquiza de la capital entrerriana, bajo un techo improvisado de alguna estructura que adorna las bellas barrancas de la ciudad. Dialogamos en su living de piedras y dos modestas frazadas, con la gran vista que tiene su inmueble de cara al río Paraná.
“El problema es que ese lugar se armó para pasar el rato no más, no es que formó parte de una solución para nosotros que sea de fondo”, explicó Elio en relación al refugio municipal. Y la verdad que todo aparenta darle la razón: un refugio que sólo se piensa para invierno, como si lo marginal fuese tan sólo el frío. Un lugar que pertenece a una dependencia pública, que improvisó con camas un galpón para albergar a quien cumpliera los requisitos hasta las 6 de la mañana, cuando eran expulsados a la fría madrugada de la cual presuntamente resguardaban.
(Más información en la edición gráfica número 1035 de ANALISIS del 17 de diciembre de 2015)