Antonio Tardelli
Viene el país de un poder que frecuentemente, para viabilizar sus propósitos, recurrió a instrumentos ilegítimos. Fue un poder que forzó la legalidad y relativizó la importancia de las instituciones en orden a metas que consideró importantes. Así operó, en general, la tensión entre política y ley. Eso fue, sobre todo en ciertos momentos de su era, el kirchnerismo en el poder.
La determinación del Presidente Mauricio Macri de designar en comisión dos miembros de la Corte Suprema de Justicia de la Nación parecía en principio recorrer ese mismo camino. Un macrista podíarazonar: “Nos enfrentamos a la necesidad de regularizar la Corte y por eso forzamos un instrumento”.Esa tensión entre necesidad y herramienta parece entonces marcar una continuidad.
Sin embargo, esa impresión inicial es equívoca.
Es posible pensar el problema en términos inversos. Si el problema del kirchnerismo no radicaba en el objetivo sino en el procedimiento empleado para alcanzarlo, toda la discusión generada desde el lunes habilita a suponer que el problema del macrismo no es la herramienta, a primera vista espantosa, sino en sí misma su decisión política.