Juan Cruz Varela
La corriente es lenta y aquel soleado viernes de primavera la superficie del río lucía como un espejo clamando, como en los versos chamarriteros que “el Uruguay no es un río, es un cielo azul que viaja”.
El tipo asoma con movimientos lentos sobre la costanera colonense, en la rampa de bajada de lanchas, a la orilla del río. El noventoso Fiat Duna que conduce lleva un tráiler que carga una pequeña embarcación con motor, sin ningún tipo de identificación.
El chapoteo de la lancha hundiéndose suavemente en las cálidas y transparentes aguas del río Uruguay espantó a un biguá que reposaba en la costa y salió volando, con sus alas extendidas al sol, como buscando secarlas, sin siquiera que el tipo se percatara. Enfrente, en la costa uruguaya, asoma una versión empobrecida de la selva misionera a la que, si todo sale bien, debería llegar en una hora.
El tiempo se detuvo caprichosamente a las 8.55, en el mismo instante en que dos agentes de Prefectura que patrullaban el río se acercaron hasta el lugar donde el hombre completaba las tareas de desamarre y comenzaron a hacerle preguntas… quién era, qué hacía, adónde iba. El hombre respondía, primero con mayor seguridad y después con la voz entrecortada, como nerviosa. La tensión que exhalaba en cada respuesta les agudizó el olfato a los prefectos, tanto que divisaron, dentro de la lancha, una bolsa de consorcio negra que despertó mayores sospechas.
En la embarcación encontraron 34 paquetes con marihuana y en el automóvil, otros 24 paquetes con la misma sustancia y 3 envoltorios que contenían cocaína. Carlos Antonio Callero, alias Pelado o Churo, colonense, de 38 años, no era un baqueano del río ni un pescador ocasional: pretendía llevar para vender en la República Oriental del Uruguay 42,92 kilos de marihuana y 3,36 kilos de clorhidrato de cocaína.
Ese día, el viernes 27 de septiembre de 2013, empezó a cambiarle la suerte de Mario Roberto González, aunque habría que esperar casi dos años para que el Gordo sea detenido, en su departamento del primer piso de la calle Pilar 747, en Capital Federal.
(Más información en la edición gráfica número 1035 de ANALISIS del 17 de diciembre de 2015)