Por Rubén Pagliotto*
Alguna vez, Monseñor Arnulfo Romero (obispo de Nicaragua) dijo que la justicia, muy a menudo, actúa como las serpientes que sólo pica los pies descalzos de los pobres. Y vaya si tenía y tiene razón. Si pareciera que cuando acuñó esa frase, simple pero contundente y acertada, hubiera estado mirando la actuación de la Procuración General de Entre Ríos y a su máximo responsable.
Aquí no hay pretensión alguna de zaherir orgullos personales ni enmendar la plana a opiniones personalísimas y legítimas del doctor García. Para nada. Se trata sólo y exclusivamente de poner en valor y al descubierto la más absoluta falta de una política criminal de persecución, juzgamiento y eventual castigo de actos de corrupción en Entre Ríos. También, desde ya, la falta de capacitación adecuada de dichos actores para llevar adelante una investigación eficiente. En esa dirección, procuro hacer una crítica exclusivamente institucional, no a la persona de nadie, quede claro y después no se diga que no se avisó.
Por ser rigurosamente justo e intelectualmente honesto, debo reconocer que no se trata de un mal que sólo aqueja a nuestra provincia, sino que parece ser un sello distintivo e indeleble del servicio de justicia en general: al poder, mientras dure, no se lo investiga. Ello cede y se habilita, una vez que el funcionario deja el cargo.-O sea, manejar el timming político con prudencia y oficio. De eso se trata.
Sólo para poner algunos ejemplos y que la cuestión se entienda en su justa dimensión, baste con aludir a un puñado de casos de corrupción estatal, para poder visualizar con claridad y contundencia, no sólo la holgazanería e ineficiencia investigativas del Ministerio Público Fiscal (MPF), sino también la bochornosa e impúdica selectividad con la que se tratan los casos de corrupción y a las personas involucradas en ellos.
*Presidente del Colegio de Abogados de Paraná y senador provincial electo por Cambiemos.
(Más información en la edición 1034 de la revista ANÁLISIS)