Gustavo Germano estuvo en Paraná el último diciembre, cuando le entregaron a su familia los restos -identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense- de su hermano Eduardo Raúl Germano, al cumplirse 38 años de su secuestro en Rosario por la última dictadura cívicomilitar (17 de diciembre de 1976). En esos días hubo un acto público de bienvenida al “Mencho”, cuya restitución fue vivida por los organismos de derechos humanos como un triunfo colectivo. Gustavo, que actualmente reside en Barcelona, también aprovechó el viaje para montar su muestra Ausencias en la Escuela Del Centenario, en el marco de la Cumbre de Jefes y Jefas de Estado del Mercosur. Desde mediados de junio y hasta el 10 de julio inclusive, las fotografías de la serie estarán expuestas en el reinaugurado edificio de la Escuela Normal José María Torres. “Ausencias empezó a tener una vida propia. Sigue su camino y yo trato de acompañarla y garantizar que se exponga en las mejores condiciones, que mantenga su espíritu, que no sea desvirtuada. Muchas cosas que tienen que ver con lo formal de la exposición también se relacionan con el impacto que provoca: intento hacer respetar, por ejemplo, que las fotos estén de izquierda a derecha y no una arriba y otra abajo, porque no es lo mismo la lectura en el tiempo. Otras cuestiones tienen que ver con que entres al lugar y te dé tranquilidad, que tenga mucho equilibrio”, explica el fotógrafo de 51 años sobre las imágenes que se expusieron por primera vez en octubre de 2007, en España, y que no dejaron de recorrer el mundo desde entonces.

La pata entrerriana

—Hay muchísimos ensayos y reflexiones sobre Ausencias. ¿Imaginaste que ibas a generar todo ese pensamiento sobre memoria e imagen?
—Mirá, cuando hacés este tipo de cosas tenés una intencionalidad. Yo quería hablar con imágenes de lo que significa la desaparición forzada, además del impacto que tiene en la vida de las familias a lo largo del tiempo, pero sabés qué es lo que le va a pasar a la gente: lo cierto es que ha generado y genera todavía mucha empatía. Ahí está para mí el gran secreto, la palabra que resume lo que funda, o sea, la gente se ve identificada. Vos podés ver una imagen y ver en ella a tu propia familia, imaginártela; y podés pensar si podrías completar una fotografía actual. Se trata de una apuesta fuerte a un trabajo netamente visual.

—Rememoremos cómo nació este proyecto…
—Desde que lo pensé hasta que se concretó pasaron casi diez años. La idea la tuve viviendo en Paraná. Eran épocas en que conocí los trabajos de Marcelo Brodsky,Buena memoria, que salió publicado en la revista “Viva”, en el año ´96; y un trabajo que me inspiró mucho, de Fernando Gutiérrez, que se llama Treintamil, que es un librito muy pequeño al que le encuentro muchas similitudes con Ausencias. También es cierto que yo tenía en claro que quería hacer un trabajo absolutamente fotográfico. Quería hacer un proyecto en el que no hubiera interferencias a la hora de la selección de imágenes o de quiénes iban a estar en las fotos. No era un trabajo que se definiera por “tiene que estar tal o cual persona”, sino por el tipo de imágenes, absolutamente visual. El criterio de selección de imágenes y la forma de armar el relato debían contener ese principio. Esas condiciones se dieron en el 2006, cuando mi hermano Guillermo estaba a cargo del Registro Único de la Verdad. Yo necesitaba un apoyo logístico en Entre Ríos, que ellos me brindaron junto a los compañeros de HIJOS y AFADER (Asociación de Familiares y Amigos de Desaparecidos en Entre Ríos). La pata entrerriana, digamos. Ya estaba viviendo en España en esos años, y por ahí también surgió un poco la necesidad de decir quién era. Había tomado una distancia y tenía la necesidad de hablar de esto. Se alinearon los planetas, se dieron una serie de condiciones, incluso había sido padre hacía poco…

(Más información en la edición gráfica número 1023 de ANALISIS del día 25 de junio de 2015)