Juan Cruz Varela
Se presenta Ignacio “Guido, chiquitito” Montoya Carlotto. 36 años.
Son las dos y media de la tarde previa al concierto que lo trajo a Paraná. Ahí está, sentado en la cantina del Juanele, en la ex estación del ferrocarril, vestido de negro, desafiando a la bravura del sol, con los rulos desordenados y cara de siesta. Por ahí deambula el Negro Aguirre, su entrañable y admirado amigo, que pasa, saluda, se disculpa por no haber registrado la interrupción y sigue hacia la sala donde ensayan los músicos de la Orquesta Sinfónica de Entre Ríos que dirige su anfitrión, el maestro Luis Gorelik.
Dice la historia que nació en un centro clandestino de detención de la provincia de Buenos Aires, tal vez el 26 de junio de 1978, llegó a Olavarría uno o dos días después, creció como hijo natural de un matrimonio de peones de campo y ahí vive, en el corazón de la provincia de Buenos Aires.
El sacudón se produjo el 5 de agosto de 2014, cuando Abuelas de Plaza de Mayo anunció la restitución de la identidad del nieto de Estela de Carlotto, hijo de Laura y Walmir Montoya. “No me acostumbro a Guido, por eso digo que chiquitito. Pero me pongo Guido también en homenaje a mi mamá, que quiso que me llamara así”, cuenta.
El nieto del símbolo destila la humildad, sencillez y sentido común de los hombres de campo. Fanático de River, de ir a la cancha, esa pasión es lo primero que surge en la charla. Pura pasión. Esta interesante combinación no pasa inadvertida para quienes hayan tratado alguna vez con Ignacio Montoya Carlotto.
/// Mas información en la edición gráfica del jueves 11 de diciembre de 2014 de la revista ANALISIS