Pablo Rochi
Después de dos décadas de ausencia, Echagüe tomó la posta y decidió participar de la Liga Nacional de vóley, competencia de la cual fue uno de los fundadores, allá por la década del ’80.
La entidad lo hizo como para entusiasmar y volver a pisar fuerte en una disciplina que siempre fue muy importante y que por diferentes motivos dejó de practicarse durante mucho tiempo.
Echagüe invirtió a lo grande y junto a Rowing fueron los participantes de la Liga A2, la segunda categoría del vóley argentino. Y a decir verdad, su intervención no pasó desapercibida, por el contrario, fue muy destacada. El AEC no sólo pasó de ronda y clasificó a la zona campeonato, sino que también llegó a las semifinales y peleó por pasar a la final e incluso por el ascenso a la elite.
El fin de semana pasado Echagüe estuvo ahí de tocar el cielo con las manos. En Carlos Paz estuvo a una victoria de la gloria. No obstante, perdió ante Urquiza y de este modo se quedó con las ganas.
Pero dentro de esta historia hay otra gran historia. La que tiene que ver con uno de los integrantes del equipo de Echagüe, uno de los jugadores más importante de la estructura. Se trata de Augusto Confalonieri, jugador al que tiempo atrás se le detectó una enfermedad de la cual sólo el 20 por ciento se mantiene con vida. Él, gracias al amor, la pasión y el deseo de volver a jugar al vóley, pudo salir adelante y tener una nueva oportunidad.
Más información en la edición gráfica número 999 del jueves 20 de marzo de 2014 de ANALISIS)
