Juan Cruz Butvilofsky
A 38 años del inicio de la dictadura, existe el riesgo de que el paso del tiempo naturalice los procesos y que aquello que marcó a sangre nuestra historia pueda quedar en segundo plano para quienes tienen –y tuvieron siempre– la intención de hacer borrón y cuenta nueva.
Mientras los juicios avanzan al ritmo de una Justicia a veces perezosa. Mientras las banderas de los caídos durante la dictadura –y sus años previos– hoy en día dividen al campo popular. Mientras que la política de Estado para juzgar a los responsables del genocidio se entrecruza y entra en contradicción al poner al frente del Ejército a César Milani. Mientras pasa todo esto, y mucho más, hay historias que permanecen aquí de manera atemporal, tatuada para siempre en la piel de quienes fueron condenados a padecer desde chicos el terror.
Ahí es donde se centra esta nota, en algunas de las historias y pareceres que no se logran borrar con el paso del tiempo y en torno a las cuales los comunicadores podemos solamente ser un nexo entre el drama de aquellos años y el presente que aparenta ser lejano.
El ventiluz de la esperanza
El legendario bar de la esquina de Rivadavia y Buenos Aires estaba cerrado. La lluvia había dejado una ventisca demasiado fresca para ser un viernes por la tarde y el frío de una estación de servicio alojó el testimonio de Sol Vergara, mujer que cumple 40 años a fin de año y que sus primeros meses de vida los vivió presa con su madre.
Más información en la edición gráfica número 999 del jueves 20 de marzo de 2014 de ANALISIS)