Daniel Enz

El teniente coronel Eduardo Francisco Stigliano vivió y murió en Paraná. Hizo la escuela primaria, fue al Liceo Militar de Santa Fe y luego partió a Buenos Aires, al Colegio Militar de la Nación. Sus últimos años de vida los pasó en la capital entrerriana y se murió joven, en 1994, cuando apenas empezaba a transitar las cinco décadas de vida: tuvo un infarto en un hotel, lo trasladaron de urgencia al Hospital Militar de Paraná y allí murió después de estar treinta días internado.

Estaba prácticamente distanciado de su familia, pero sus últimos días los vivió acompañado por su aún esposa, María Teresa Arteaga y sus cuatro hijos varones. Unos meses antes había mantenido por lo menos cuatro reuniones con abogados de un conocido estudio céntrico de Paraná para avanzar en un divorcio consensuado con su mujer, proveniente de una familia de buena posición e importantes inversiones inmobiliarias. Algunos allegados a la familia indicaron a ANALISIS que se sentía “perseguido” y no pocas veces se escondía debajo de la cama porque “lo iban a buscar” para llevarlo detenido. No obstante, esos mismos conocidos no dudaron en indicar que se mostraba locuaz y tenía razonamientos normales, aunque estaba siendo tratado por el médico psiquiatra paranaense Eduardo Morguenstern, quien cumplía funciones en el Hospital Militar de Paraná. El mismo profesional fue, además, desde 1991 y durante más de 20 años, psiquiatra de la Policía de Entre Ríos, hasta que se jubiló, el año pasado, como subcomisario médico.

De hecho, Stigliano había iniciado un expediente ante el Estado Mayor General del Ejército (EMGE) para obtener un plus salarial en concepto de invalidez y “neurosis de guerra”.

Al borde de la invalidez y ante la indiferencia de sus superiores, Stigliano pateó el tablero con el único fin de acelerar sus trámites de retiro.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS del 27 de junio de 2013)