Daniel Tirso Fiorotto
Especial para ANÁLISIS
La gota que horada la piedra es un problema central de la economía entrerriana fundada sobre la agricultura, un complejo problema que viene siendo tratado con resultado dispar desde hace más de veinte años, y que exige mano de seda.
En este 2013, un programa de conservación que más o menos, dentro de lo poco que hay, lograba algún consenso en varios sectores, se entregó a la Administración Tributaria de Entre Ríos –ATER-, como quien lanzara un ramo de flores adonde no debe.
El suelo de esta provincia, por sus condiciones naturales como sedimento arcilloso, padece como pocos la erosión, al impacto de las lluvias.
Cubierto de pastos y montes más o menos se las aguanta, y no tanto, pero ya con los laboreos y otras tecnologías del hombre, su estado pasa a ser crítico y muchos tomaron conciencia ya del fenómeno, con excepción del gobierno.
El suelo es un recurso no renovable. En la forma que se lo usa aquí es un recurso en ocaso a mediano plazo, condenado, si se lo mira desde la agricultura y la biodiversidad.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS del 16 de mayo de 2013)