Antonio Tardelli
El kirchnerismo amplió el espacio de la discusión pública de modo tal que el mundo de los negocios, y particularmente el comportamiento de determinados factores de poder económico, no quedara por fuera de la agenda ciudadana. Esa noción fue recuperada un poco por vocación reformista y otro poco por cálculo menor. Identificar enemigos gravitantes diluye las responsabilidades propias.
Pero esa valorable orientación –no eximir a las empresas de la acción de la política– se desvaneció apenas la investigación de “Periodismo para todos”, el programa de Jorge Lanata, apuntó hacia el empresario Lázaro Báez y con ello al corazón del poder kirchnerista. Las respuestas públicas quedaron a cargo de un multimillonario que lució vacilante frente a las cámaras de televisión. Habló el particular. Habló el empresario. Calló el Estado. Callaron los políticos. La Presidenta, embarcada en su adicción twittera, hizo mutis por el foro.
El gobierno, que no responde preguntas y en general no se siente interpelado por asuntos que como la inflación, la inseguridad y la corrupción lo colocan en situación incómoda, guarda silencio. Una investigación periodística de infrecuente repercusión, en la que se habla de lavado, sobreprecios y dinero negro, no genera mayores reacciones presidenciales o ministeriales.
No es el comportamiento más conveniente ni el más sano, se trate de desdén, indiferencia, disimulo o preocupación.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS del 25 de abril de 2013)