Por Gustavo Lambruschini
(1) Como resultado de ésta, el discurso de los Derechos Humanos se ha trivializado y estrechado al punto tal de que este discurso de amplios y complejos contornos y que es el fundamento ético y ius-filosófico de la Modernidad política, se ha vuelto casi superfluo. En efecto, cualquier joven de este país y de estos tiempos -incluso con formación universitaria- termina asociando a los Derechos Humanos con el repudio de los crímenes que significan el secuestro y las detenciones clandestinas, los tormentos y las torturas crueles, los asesinatos alevosos y furtivos. Sin embargo, para repudiar tales crímenes no son necesarios el refinamiento y la complejidad ius-filosófica y filosófica-política de lo que en sus orígenes fue llamado el Derecho Natural Racional; bastaban las fuentes normativas de las religiones históricas y aun el totemismo e incluso el simple sentimiento de la compasión (sympatheia) tan destacado por el Iluminismo inglés y que compartimos con los salvajes. Es sabido que los "derechos humanos" son normas post-convencionales cuyo sujeto de la ob-ligación política y jurídica, son el Estado (de Derecho) y "los de arriba"; sólo ellos pueden violarlos. Hemos llegado al hodierno punto de mutilación y estrechamiento en que los Derechos Humanos (expresados sinópticamente, por ejemplo, en la Declaración Universal de 1948) se han reducido a la condena de los crímenes de lesa humanidad y hasta resultan compatibles con la ley "antiterrorista", la represión policial de la protesta y la disidencia, el espionaje estatal generalizado, incluso con el cercenamiento de la libertad de expresión y de pensamiento que son considerados crimina laesae maiestatis.
(2) Una vez más, como se ha vuelto frecuente desde hace algunos años, nos encaminamos hacia una rememoración del golpe del '76, en la que asistiremos al lamentable espectáculo, de que no habrá una marcha unificada contra el terrorismo de Estado y aun el Estado terrorista. Se trata de un escándalo: no parece que se perciba con suficiente lucidez el retroceso moral y político de la conciencia ética (Gewissen) que significa que el pueblo argentino -y más específicamente los viejos y tradicionales luchadores por los Derechos del Hombre- no puedan ponerse de acuerdo ni siquiera en las cuestiones tanto discursivas como morales y políticas acerca de la violación y la vigencia históricas y presentes de los Derechos Humanos (en el amplio sentido hoy eclipsado), y lo poco logrado y lo mucho pendiente. Hoy ya no es posible como en el pasado hablar unívocamente del movimiento social de los Derechos Humanos en la Argentina. Ése que en otras partes del mundo también es conocido con el nombre de movimiento social de los Derechos Civiles y aun Cosmopolitas. Éste se halla dividido, lleno de resentimientos y rencores, de peleas que seguramente resultarán irreconciliables. Muchos de sus emblemáticos representantes, que antes sólo podían ser criticados al precio de volverse un fascista, se han desprestigiado al punto de ser sospechosos de crímenes y delitos. Una de las consecuencias nefastas ha sido no sólo que la investigación y el castigo de los crímenes del Estado terrorista anteriores al '76 parecen abandonados (No jodan con Perón, es la consigna), sino que se ha vuelto verosímil para amplias porciones del país que los luchadores por la liberación nacional y social, los que fundamentaban sus actos en el ius resistendi, pueden ser ahora acusados de haber violado ellos también los Derechos Humanos (Justicia y Memoria completas, es la consigna).
(más información en la edición gráfica de la revista ANALISIS del 21 de marzo de 2013)