Antonio Tardelli
¿Qué pretenden quienes, desde atributos por lo menos discutibles, exigen a los demás virtudes absolutas?
¿Desde qué lugar pontifican?
¿Con qué autoridad?
¿Pretenden anoticiarnos de que Jorge Bergoglio, flamante Papa, argentino él, no fue un mártir de la dictadura?
¿Es eso lo que pretenden subrayar?
Si de eso se tratase, si es eso lo que procuran reforzar quienes desde la política, y particularmente desde el oficialismo, censuran al Papa Bergoglio, nada nuevo por cierto estarían descubriendo.
Porque tal cosa rompe los ojos: no es menester ser detective, ni estudioso, ni experto en nada, para comprobar que Bergoglio no fue un mártir.
Martirio fue el de Angelelli.
¿Hombres de la Iglesia fueron militantes activos contra la dictadura? Hesayne, De Nevares, algunos otros.
No Bergoglio, definitivamente.
Pero tal cosa no lo convierte, ni mucho menos, en un genocida.
De ninguna manera. Hay que portar mucha mala intención para sugerir tal cosa. Las horas apaciguaron alguito los fervores iniciales kirchneristas tanto como para disparar un par de lágrimas presidenciales en el protocolar saludo del martes. Pero las primeras horas posteriores a la elección del nuevo jefe de la Iglesia Católica, dejaron ver, sobre todo en las redes sociales, algunas inconcebibles manifestaciones.
¿Es que estamos tan desorientados como para ponernos a debatir si Bergoglio es o no es un genocida?
Introducirse en el tema es de alguna manera un modo de ser funcional a quienes destilan una chatura que los define.
La desorientación se palpó en las sucesivas posturas que diferentes corrientes del espacio gobernante fueron expresando a lo largo de los días. Primero, Bergoglio era el exponente de la Iglesia cómplice de los militares; luego, el Papa peronista.
El peronismo, tan particular, puede definir así, en amplio abanico. O incluir así, también en asombrosa apertura.
¿Desde dónde hablan?
¿Desde dónde?
Sólo por el hecho de ser el primer jefe de la Iglesia Católica surgido más allá de los confines europeos, Bergoglio se ha ganado ya un lugar distinguido en la historia universal. Se trata, tan sencillo como eso, de un sitio al que ni remotamente pueden aspirar algunos de quienes no ocultan su fastidio por el hecho de que un compatriota haya sido ungido Papa.
¿Es que por algún decreto se ha decidido descalificar a todos cuantos no han sido mártires de la dictadura argentina?
¿Quién puede sostener semejante disparate?
Hay en la biografía de Bergoglio, es cierto, un episodio oscuro, el de los sacerdotes jesuitas perseguidos. Se le reprocha, al menos, inacción.
(más información en la edición gráfica de la revista ANALISIS del 21 de marzo de 2013)