Daniel Tirso Fiorotto
(especial para ANÁLISIS)
No es la vida y el sistema, sino la vida o el sistema.
La cantidad de abortos “naturales” y de malformaciones en recién nacidos registrados en el Hospital Materno Infantil San Roque de Paraná, y difundidos el mes pasado, volvieron a poner en el banquillo a la economía de los panzaverdes.
Y es que algunos expertos señalan como razón principal de estos casos de bebés con labios leporinos, paladar interrumpido, vientres abiertos y la proliferación de abortos espontáneos a la probable contaminación de los embriones humanos que produciría, en las primeras semanas de gestación, el sistema agrario actual, con sus formidables paquetes químicos.
El modelo de agronegocios promovido y aprovechado por multinacionales como Monsanto, Cargill y otra docena de trust, con el consentimiento de los sucesivos gobiernos, y sostenido en las semillas que fueron modificadas de manera artificial, está en el centro de la atención y los debates.
Algunos ven una relación directa entre los agrotóxicos y las malformaciones, otros acuden al principio precautorio (ante la duda, frenar el modelo). Lo cierto es que el alerta se agudiza y complica con la enorme variedad de reclamos acumulados por los vecinos sobre la degradación ambiental.
Lo que ven los ambientalistas no es una suma de problemas sino una sinergia, donde los problemas se potencian mutuamente y ponen en riesgo la salud física pero no sólo eso.
De costa a costa
De arriba abajo, en el aire y en el subsuelo; de este a oeste, junto al Uruguay y junto al Paraná; de norte a sur, en el delta y en los montes: la problemática ambiental atraviesa las geografías y los rubros de la economía, y tiene condimentos propios en cada región.
(Más información en la edición 970 de la revista ANALISIS)