Claudio Cañete
“Ya es hora de que el cine esté dentro de la Historia del Arte”, afirma Héctor Eduardo Farías mientras comienza a desplegar en la mesa del comedor de su casa enormes afiches de películas de antología -en admirable estado de conservación- que marcaron épocas y generaciones. También empieza a abrir gruesas carpetas con gran cantidad de hojas, documentos y recortes de diarios, además de programas, fotos de prensa, actas, notas enviadas y recibidas a organismos, libretas de ahorro que registran la administración de las cuotas societarias de aquel entonces y muchas cosas más. Y eso que es tan sólo una pequeña parte de un vastísimo archivo que acuna la memoria completa de lo que fue una de las máximas expresiones culturales de resistencia en tiempos de la dictadura y de reconstrucción en tiempos de la primavera democrática a partir de 1983. Farías fue parte y esencia de Cine Arte Paraná, el movimiento cineclubista que a lo largo de casi dos décadas hizo posible que la capital entrerriana fuera uno de los centros más importantes a nivel nacional de este sentimiento que es ver cine por fuera del circuito comercial.
En sus recuerdos él se ve a sí mismo siendo apenas un niño, pero ya concurriendo con pasión y avidez a las funciones del Cine Club Paraná, al comienzo de los años 70, un movimiento antecesor al Cine Arte que concretaba funciones casi escandalosas por el alto voltaje político e ideológico de las películas que proyectaba. Donde la figura del entrañable cinéfilo Ernesto Varela se erige como uno de los principales impulsores. Esos fueron sus comienzos.
“Aquello del Cine Club Paraná fue una experiencia muy combativa. Recuerdo que yo como asistente presencié una función en homenaje a los caídos de Trelew, en aquel entonces, algo que podía terminar en detenciones y ni te cuento en qué problema me encontraría yo siendo un menor”, recuerda.
El inicio de un nuevo intento
“Años más tarde, cuando comenzó Cine Arte Paraná su primer ciclo entre 1981 y 1982, en la sala del Círculo Médico, los militares lo suspendieron por considerarlo que pasábamos material subversivo. Alcanzamos a pasar una película nomás y para la segunda llegó la orden de suspensión. Se trataba de un ciclo sobre películas de Charles Chaplin (El Gran Dictador, Tiempos Modernos...). La verdad es que nos costaba conseguir lugar donde pasar las películas. Nosotros queríamos continuar lo que había sido para el público aquel Cine Club Paraná, como espacio de expresión y pensamiento. Porque si bien digo que el cine debe estar dentro de los contenidos de la Historia del Arte, al arte no lo concibo como una cuestión elitista, es para todos”, concluye el entrevistado.
Según Farías, quien en la actualidad es docente de Administración y Contabilidad, Artes Visuales y Teatro en el nivel medio y coordinador de un programa de inclusión en la educación primaria, después de este comienzo un poco trunco, el Cine Arte Paraná tuvo una nueva chance en 1983, cuando la dictadura ya se caía definitivamente a pedazos.
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