Antonio Tardelli
Todo, desde las grandes líneas hasta los detalles, debe ser resuelto por el primer mandatario, al menos según razonan públicamente los integrantes de una informal comisión de aplausos que espontáneamente va tomando forma. Todo se delega. Así, la proyectada profundización del modelo, cosa que aún no se sabe con certeza qué es, quedará en Entre Ríos en manos de lo que piense y haga una sola persona. Es el precio que se paga por una política que subraya el papel de los jefes y subestima los espacios de construcción que crecen desde el pie.
El peronismo gobernante y sus aliados reconocen en Urribarri al incuestionado líder del proyecto. Suena simple. Pero las cosas encierran alguna complejidad. Problema uno: “peronismo gobernante” y “aliados” no son elementos idénticos. Suponen en determinados casos una distancia tal que sólo acorta la atracción que ejerce el poder. Únicamente el poder galvaniza elementos tan distantes.
“Peronismo gobernante” es, por ejemplo, el diputado reelecto de aspiraciones crecientes José Allende, exponente de una burocracia sindical que es marca registrada en el justicialismo; “aliados” son, por ejemplo, los comunistas que ven en la Presidenta la reencarnación de Rosa Luxemburgo y en el gobernador el espíritu rebelde de Camilo Cienfuegos. Problema dos: debe Urribarri capitalizar tanto como pueda su condición de líder pues los liderazgos, por más prolongados que resulten, acaban disgregándose en mil fragmentos como en el cielo los fuegos de artificio. Lo sabe Jorge Busti. Pero el punto era que el peronismo y sus aliados reconocen en Urribarri al líder.
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