Por Antonio Tardelli
(especial para ANALISIS)
La suerte de Mingo estaba echada desde bastante antes de que el ministro de Gobierno, Adán Bahl, la convocara a su despacho para pedirle, en nombre del gobernador, que presentara su renuncia. La ex directora de Estadística y Censos ya había caído en desgracia. Las críticas que en los días previos le había dedicado el matutino El Diario, afín al oficialismo, constituyeron un mensaje inconfundible. Los reparos a algunas de sus determinaciones, que incluían fuertes cuestionamientos personales, estaban contenidos en artículos no firmados y se basaban en impugnaciones no atribuidas a nadie en particular. La operación periodística era el prólogo. Mingo, que vuelve a su rol de consejera superior, debió dimitir. Hasta el 10 de diciembre, manteniéndose en sus presentes funciones, repartiendo sus ocupaciones entre Oro Verde, la Escuela Normal y el edificio del Rectorado, ocupará el cargo el decano de la Facultad de Ciencia y Tecnología, Marino Schneeberger. Él sí pudo hablar con el gobernador Sergio Urribarri, que aceptó sus condiciones (conservar las responsabilidades actuales) para aceptar el lugar. En los últimos tiempos el flamante rector supo cultivar una buena relación con la intendenta electa de Paraná, Blanca Osuna.
El desplazamiento de Mingo levantó inmediatas preocupaciones sobre la suerte del proceso de normalización, que desde septiembre tiene un cronograma definido. Movidos por una serie de indicios, grupos docentes manifestaron su temor de que las inocultables diferencias que se expresan en el partido de gobierno, con sus correspondientes reacomodamientos, alteraran un camino que, sobre todo a partir de los pormenores de los concursos docentes, ha sido bien espinoso.
(más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)