Antonio Tardelli
Así, las características de la transición, tanto como el crédito abierto a la nueva jefa municipal, lucen marcadas por un serio problema: los gobernantes gozan de un margen de maniobra que obedece a la inexistencia de un nexo que vincule más estrechamente al electorado con sus representantes. Se gesta así un cierto descompromiso. Las razones por las que dos peronistas, Halle y Osuna, fueron a las elecciones por carriles separados no tienen que ver con los temas locales. El mandato popular recibido por Osuna tampoco está determinado por una indicación taxativa de lo que la ciudadanía pretende para la ciudad. Los chisporroteos políticos esconden que el verdadero problema son los mandatos débiles, laxos, imprecisos. Para que se entienda: tras ganar las elecciones, los mandatarios, sin mandato prescriptivo, están en situación de hacer más o menos lo que les plazca.
La actitud de Osuna de hacer una especie de arqueo, de tener claro para ella y hacer evidente para el pueblo de Paraná lo que recibirá cuando asuma el gobierno, es irreprochable. Cuando sea examinada, no tendrá que hacerse cargo (en términos personales, sí en términos políticos por haber compartido con Halle hasta 2009 la misma expresión partidaria) de lo que no sea de su estricta responsabilidad.
Pero su tono marca que el enfrentamiento, lejos de moderarse, se ha extendido más allá de la competencia por los votos. Los mismos reparos expresados en la transición pudieron haber sido puestos sobre la mesa sin dejar a la vez la impresión de que para la fuerza que gobierna la Nación y la provincia no hay espacio para las contemplaciones. Al rival, si se puede, se lo aplasta. Declaró Osuna: “Halle ya fue juzgado por la ciudadanía. Está a expensas de ser juzgado nuevamente”. El mensaje adquiere una indisimulado cariz de advertencia. Otros indicios, en tanto, acercan la impresión de que el objetivo está más allá. Se mira más lejos.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)