Camila Fernández
No es grande. Tiene rejas verdes y plantas en el patio. Desde la entrada hasta la otra punta del edificio, flores confeccionadas con cartulinas y papel afiche de todos los colores adornan las paredes blancas. Las aulas dejan entrar un vendaval de luz por las ventanas. Es un lugar luminoso. El baño del personal docente tiene un cartel pegado con cinta scotch que reza que para dar el ejemplo hay que tirar la cadena y lavarse las manos. En uno de los extremos pueden verse los montículos de tierra, las máquinas y los primeros cimientos de la ampliación de la escuela. La directora mira con orgullo hacia las obras, como si observara un niño que crece, y retiene:
-Nos costó mucho esfuerzo...
Éste es el caso de la Escuela N° 207 Evita, de la ciudad de San Benito, donde se trabaja con tres turnos reducidos hasta que se termine la construcción de la ampliación del edificio. En su matrícula contiene a 530 alumnos y 200 de ellos concurren al comedor que allí funciona. Actualmente, la institución atraviesa instancias inauditas y desconcertantes porque 13 de sus estudiantes son gitanos (hasta hace poco eran 17), población que proviene de las casas y carpas ubicadas en las inmediaciones del Parque Industrial de Paraná.
-¿Quién se sienta con ustedes en la mesa a hacer la tarea?
-No, nadie. Solitos –respondieron los tres hermanos y su primo a la pregunta de la maestra, luego de intercambiar algunas miradas inseguras entre ellos y abrir a más no poder sus inmensos ojos.
-¿Así que nadie se sienta con ustedes? –insistió.
-No… Nadie –repitieron.
La docente hizo un silencio. Los miraba detrás de su escritorio pensando por dónde debería empezar. Entonces, uno de los pequeños rompió la tensión y dijo:
-Es que nosotros nos sentamos en el suelo seño, en la alfombra.
El problema era la mesa. Ellos no se sentaban con nadie en ningún lado porque no tienen o no usan una mesa para este tipo de actividades. Había que reformular la pregunta. Lo que sucede es que para los occidentales ese mueble está demasiado incorporado a la rutina porque ocupa un lugar primordial en la casa, es lo primero que hay que tener porque allí se hace todo: se estudia, se amasa, se mira televisión, se toma mate y se hacen las cuentas para pagar los impuestos.
La conversación arriba transcripta fue mantenida entre una de las maestras de la escuela y sus alumnos gitanos. Ella dice encontrarse todos los días en situaciones que la llevan a cuestionarse el lugar en el cual están parados los docentes respecto de los otros, esos otros que eran completos desconocidos hasta hace poco tiempo. A raíz de la Asignación Universal por Hijo que entrega el gobierno nacional a través del ente de Administración Nacional de Seguridad Social (Ansés), el sistema educativo se vio modificado en su matrícula. Pero no estaba en la imaginación de muchos que la comunidad gitana también quisiera el subsidio. Y más allá de que sea o no la educación el propósito primordial de los padres, el hecho concreto es que sus hijos atraviesan las instancias escolares provocando un revuelo interesante.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)