Claudio Cañete
Armando recuerda un dato de aquella época muy ilustrativo con respecto a la crisis del cine. En 1991 en Argentina quedaban 200 salas de las 2.000 que había en todo el país. En Paraná, el único cine comercial que sobrevivía era el Rex, que se sostenía a duras penas.
“La Hendija había comenzado como espacio cultural a fines de los 80 y la sala de cine surgió como contrapartida a esa triste situación que vivía el país y la ciudad con respecto a esta actividad. Muchos dijimos ¿cómo puede ser que no haya cine? Allí fue cuando la gente del Cine Club y otros amigos nos juntamos y decidimos encarar el proyecto. Era totalmente voluntario, nadie ganaba un peso. Más adelante, sólo cobraba el operador del proyector, y el resto era a pulmón. En 1989 entablamos relación a través de un contacto con SARCU (Sociedad Argentina de Relaciones con la Unión Soviética), claro que todavía no había caído el Muro de Berlín por ejemplo. Y los de SARCU nos daban material para proyectar y pudimos comprarle un proyector portátil de cine de 35 mm. A este equipo recuerdo que le pusimos Clementina, cariñosamente, porque llegó el día de San Clemente. Clementina simboliza todo aquel tiempo. Cuando se deshace la Unión Soviética, SARCU también se desarma y empezó a vender todo. En ese marco pudimos comprar otro proyector y tuvimos los dos funcionando a pleno en forma complementaria”, cuenta el entrevistado.
A partir de allí vino el acondicionamiento de la Sala 1, con butacas y el ingreso al cine comercial. Con este equipo y relacionándose con las distribuidoras del medio nacional, hasta 1996 se realizaron proyecciones durante 40 semanas por año, y había un estreno cada seis días.
(Más información en la edición gráfica de ANÁLISIS de esta semana)