Silvio Méndez
La búsqueda de Venus saliendo del baño de Paraná, o Venus de Cánova, en referencia a su autor original, aún figura en los registros de obras buscadas por la oficina de Interpol Argentina. No se encuentra entre los “casos significativos” de su programa de patrimonio cultural, pero ahí está su expediente, PC 209, todavía abierto. “Fecha del Robo: 17/03/1989. Descripción: Pieza en mármol blanco de Carrara, tiene aproximadamente un metro sesenta a un metro setenta de altura, medidos desde la base, un diámetro de cuarenta a cincuenta centímetros y la referida base es circular de diez a quince centímetros de espesor, su peso aproximado supera los doscientos kilogramos. (…) La obra estaba emplazada en la zona conocida como ‘El Rosedal’ del Parque Urquiza de la ciudad de Paraná”.
El frío perfil de la ficha policial, por supuesto, no alcanza a definir en su dimensión el valor que la Venus ¬–así, a secas- aún conserva para el acervo paranaense.
Siendo una de las representaciones más emblemáticas y centrales que integraba el Parque Urquiza en la capital provincial, su figura esta asociada indefectiblemente al sector donde en un principio fue emplazada en el paseo público, cuando en mayo de 1934 preferencialmente se instaló en el sector del Rosedal.
La Venus saliendo del baño era una réplica de la escultura realizada por Antonio Cánova, cuyo original integra la colección del Palacio Pitti en Florencia, Italia, y pertenece al grupo de creaciones de seres mitológicos. La Venus de Paraná fue realizada por Pietro Bazzanti y donada por Pedro E. Martínez a la ciudad, siendo recibida en su nombre por el entonces presidente municipal, Francisco Bertozzi.
Junto con otros monumentos, la Venus formaba parte de las típicos retratos fotográficos que familias, estudiantes, recién casados y quinceañeras querían dejar como recuerdo. También en las postales de los visitantes que procuraban plasmar como evocación de su paso por la ciudad, en uno de los lugares más bellos e imponentes del Parque.
Pero un día, hacia fines de la primavera de 1989, la tradicional estatua desapareció en la noche. La noticia de su sigilosa sustracción conmocionó la tranquilidad pueblerina y ya nada fue lo mismo.
Una vuelta frustrada
Las crónicas de la época aportan poca información del hecho, ya que casi no hubo rastros dejados por los ladrones. Hubo sí muchos lamentos por cierta “comodidad” con la que actuaron los delincuentes, debido a que la escultura habría estado “ligeramente pegada al basamento”. Asimismo, había preocupación de los posibles daños a la figura y se resaltaba la necesidad de establecer un sistema más eficaz de vigilancia para el resguardo de otras piezas de valor. Los pedidos se sumaban a reproches por el deterioro que algunas otras ya presentaban.
(más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)