Álvaro Moreyra
El fútbol tiene historias particulares, paradójicas y hasta inexplicables. No son pocos los futbolistas que llegaron lejos por razones que muchas veces escapan a la realidad y se dan por cuestiones que podrían vincularse con el azar, la suerte o el destino. Quizás sean especulaciones nomás y todo tenga que ver con el simple devenir que hace que las cosas sucedan simplemente porque así debe ser. Con esto se relaciona la historia de un paranaense que en solamente ocho años vivió experiencias únicas gracias al deporte más convocante en la Argentina.
Su corta historia arranca allá por el año 2000, cuando cursaba el tercer grado en la Escuela San José Obrero de Paraná. En las instalaciones del colegio se organizó un torneo interno y en su curso no había arquero. El personaje en cuestión fue el único que se animó a ir bajo los tres palos y de ahí en más jamás los abandonó. Como dato estadístico quedará que su curso ganó el certamen de manera arrolladora y su arco fue el menos vulnerado. En ese momento comenzó a mostrar sus dotes, tal es así que un amigo lo invitó a jugar a AUFI, un club humilde de la ciudad de Paraná pero que generalmente muestra buenos talentos.
A los 9 años comenzó a cuidar el arco de la categoría 1992. Allí jugó dos años hasta que fue cedido a préstamo a Patronato. En El Rojinegro estuvo también dos temporadas y llegó el toque de la varita mágica, esa que roza a pocos: una prueba en el complejo de la Unión Tranviarios del Automotor (UTA). El club que buscaba nuevos valores era Unión de Santa Fe. El protagonista de esta entrevista fue, pero no a probar suerte, sino confiado de sus aptitudes. Quedó y de allí en más se transformó en jugador del Tatengue, de hecho por estas horas forma parte del plantel de Primera División que pelea por el ascenso a la elite del balompié en la Argentina. Es el tercer cuidapalos del elenco dirigido por Fernando Alí y sueña con llegar a ostentar la titularidad, aunque sabe que todavía tiene mucho camino por recorrer y cosas por aprender.
El actor principal de esta entrevista es el paranaense Ignacio Mauricio Jesús Arce. El arquerito posee una historia particular, la narrada anteriormente, pero que en las últimas semanas se coronó con un hecho trascendental: El Negro o Nacho, como le dicen sus amigos, formó parte del seleccionado argentino Sub 17 que disputó el Mundial de la categoría en Nigeria. Si bien el andar de La Albiceleste no fue el deseado, ya que se quedó en el camino en los octavos de final y con una derrota increíble ante Colombia, la experiencia adquirida por Ignacio Arce es impagable. De hecho son pocos los paranaenses que han tenido la dicha de disputar una cita de tamaña envergadura, ya sea en representativos nacionales mayores o juveniles.
Los únicos, hasta el momento, han sido Roberto Fabián Ayala, que jugó nada más y nada menos que tres mundiales, y Juan Ramón Comas, que fue el primero de Paraná en vestir la casaca nacional en una cita ecuménica. Fue en el Mundial Juvenil de Australia en 1981. A partir de ahora hay que inscribir en la lista de los privilegiados al Negro Arce.
