El golpe dado al negocio de la cocaína en Paraná fue de los más fuertes de los últimos tiempos. El objetivo era Elbio Caudana, considerado el jefe del narcotráfico y de una banda que abastecía a los consumidores de esta capital y sus alrededores. Caudana tenía una utilidad mensual de unos 300 mil pesos, un nivel económico que sobresalía y una red de contactos que incluía a personas de clase media y alta de Paraná. Vinculado a hombres estrechamente ligados al poder político del oficialismo, sus movimientos eran concretados en no menos de seis vehículos; disponían de alrededor de 30 teléfonos celulares para comunicarse y cada uno de los integrantes disponía de unas cuatro pistolas –algunas con silenciadores-, chalecos antibalas y municiones por doquier, según determinó ANALISIS.
D. E.
Alrededor de la banda siempre sorprendían algunas cuestiones. Siempre existía una amplia utilización de vehículos, de medios sofisticados para comunicarse y un alto número de personas, tanto en el negocio de comercialización como en la ocultación de las divisas. A simple vista era claro y contundente que las cifras de dinero que se movían eran importantes; no muy fáciles de calcular. La cocaína siempre ingresaba a la organización proveniente de la provincia de Buenos Aires. Y si bien las bocas de expendio eran varias en Paraná, uno de los lugares clave siempre fue un comercio de calle Jorge Newbery, siempre regenteado por personas de estrecha confianza del jefe. Elbio Gonzalo Caudana, el líder de la banda, se movía con cierta impunidad, pese a que en el 2003 fue condenado a cuatro años de prisión por el tráfico de estupefacientes. Su concubina tuvo una sentencia mayor: seis años.
Su paso por la Unidad Penal de Paraná no fue traumático. Sabía que tenía “cierta cobertura” política e incluso se dio el lujo de hacer sumariar y, en algunos casos, dar de baja a cuatro funcionarios del Servicio Penitenciario por tratos que él entendía que no eran adecuados.
“A mi nadie me va a tocar”, le repetía a presos y carceleros, tratando de demostrar poder. Caudana es hijo de una hermana del actual director de Trabajo del gobierno de Entre Ríos y ex candidato a diputado nacional del PJ entrerriano, Oscar Balla y del ex comisario Carlos Ramón Balla, condenado a reclusión perpetua por el secuestro y crimen del escribano Rubén Calero –hecho registrado en junio de 1991-, aunque el policía goza de una absurda libertad condicional desde principios del 2000 –bajo el argumento de una diabetes-, que le permite deambular libremente por Paraná en todo momento, jugar al fútbol con sus amigos o viajar donde quiera, pese a que, teóricamente, tiene prohibidas todas estas instancias. Pero como nadie lo controla, el policía hace lo que quiere.
Caudana (El Gordo) no solo había ampliado su capacidad económica, sino que también logró establecer una verdadera organización, que competía seriamente con otro de los jefes de la droga paranaense y con el cual habría cruzado amenazas y ataques por parte de sus respectivos grupos de choque. No sólo que estaba enfrentado al Tavi Celis –a quien ANALISIS denunciara hace ya algunas semanas, como el dueño del negocio de la marihuana en Paraná, aunque sigue gozando de absoluta libertad y se da tiempo para organizar megadesfiles en el club Echagüe- también tiene una fuerte puja con el denominado Príncipe de la cocaína de esta ciudad. Ese habría sido, en los últimos tiempos, uno de los motivos por los cuales se encontraron varias armas de guerra en los domicilios allanados y chalecos antibalas. En cada uno de los domicilios allanados –pertenecientes a la banda de Caudana- se encontraron no menos de cuatro o cinco pistolas, varios silenciadores; nutrida munición y chalecos antibalas. “Se venía una época de fuego y plomo en la supremacía del negocio y la sangre correría en poco tiempo en la ciudad de Paraná”, comentó un investigador judicial que viene trabajando el tema hace años.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)
