-Cuando el rechazo se fue armando. Además de ser una opinión general, los datos que se recogen por cualquier lado señalan con claridad que en el acto electoral del domingo 28 de junio predominó un voto de rechazo a la política nacional de Cristina Fernández y Néstor Kirchner. Los cuatro meses interminables de conflicto con el ruralismo hundieron la confianza en el gobierno. Los sectores medios urbanos que ya habían manifestado su distancia en las elecciones presidenciales de octubre del 2007, al punto que el kircherismo perdió en los principales centros urbanos -La Plata, Ciudad de Buenos Aires, Rosario y Córdoba- se replicó en forma ampliada en este proceso electoral. Cuando estalló el conflicto del ruralismo y la tensión social se elevaba en el mismo sentido que crecía la parálisis del país, esos sectores urbanos pasaron del rechazo pasivo del voto a la movilización.
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-Además del castigo. Cuando surge muy claro un voto castigo a la gestión política nacional, muchas veces no se escarba en el lado positivo del voto. Es como si el análisis político quedara satisfecho tras el rótulo “se castigó al gobierno” y punto. Sin embargo, es importante ver la contracara del voto negativo. Cuando la sociedad rechaza una gestión, al mismo tiempo va dando pie para que se afirme otra. Los resultados en la legislativa de 1985 preanunciaron el triunfo de la Renovación Peronista en 1987 -primera Gobernación de Jorge Busti-. La victoria de la Alianza en las elecciones de 1997 despejó la carrera presidencial a Fernando de la Rúa. En el caso de Entre Ríos, este otro costado del voto de junio pasado dibuja una silueta definida. Como ya se decía la semana pasada, Atilio Benedetti fue la figura excluyente del triunfo del Acuerdo Cívico y Social el 28 de junio.
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-Un hombre con paso firme. Se puede observar que Benedetti, además de dejar prácticamente de lado en la campaña electoral a las figuras prominentes del centenario partido, no tuvo piedad con sus propios aliados en la contienda interna que lo eligió como primer candidato. Gustavo Cusinato fue prácticamente un espectador en el recorrido de la fórmula propuesta por el Acuerdo Cívico y Social. Algo parecido aconteció nada menos que con Sergio Varisco en Paraná. Es seguro que desde la conducción nacional del Acuerdo Cívico y Social bajaron la recomendación a Benedetti de aparecer como una figura no ligada a ataduras partidarias. Vale recordar que su propia candidatura en las internas de la Unión Cívica Radical fue gestada en una maniobra nacional tramada entre Gerardo Morales y Elisa Carrió y que fue desplegada como mucho sigilo para aparecer con sorpresa en el último tramo de los preparativos. Pero en esa ingeniería internista mucho tuvo que ver tanto Cusinato como Varisco.
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-En el otro rincón. El golpe sufrido por el justicialismo entrerriano es mayúsculo. Luego de la catástrofe montielista que hundió en el descrédito al Partido Radical, todo hacía pensar que para el justicialismo provinciano su carácter de primera minoría resultaba un dato inamovible. Pero bueno, tardó una eternidad el conteo de los votos y al final todo quedó en orden y tanto el gobernador Sergio Urribarri como Jorge Busti como virtual jefe de campaña reconocieron el triunfo del Acuerdo Cívico. Pero desde ya el resultado electoral trasciende la diferencia cuantitativa. Tal como se señala más arriba, a partir del 28 de junio la sociedad sabe que el justicialismo puede ser derrotado. Por otra parte, también se derrumba el carácter de gran elector que ostentaba Busti. Esta afirmación que lo incluye en la volteada no es nada antojadiza. El ex gobernador tomó como propio el proceso electoral y tuvo en la campaña un protagonismo prácticamente excluyente. Entonces, es natural imputar que su figura ha salido afectada por la derrota.
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-La fuga hacia el menemismo residual. Muchas veces es más difícil procesar y manejar los triunfos que las derrotas. De todas maneras, para el caso del Acuerdo Cívico y Social en Entre Ríos, en estos momentos está lejos de ser un problema el cómo administrar sus horas de gloria. En cambio, la situación del justicialismo sí que es delicada. Seguramente y sobre todo en el entorno de Jorge Busti, más de uno debe hacer el cálculo de que basta con abrir la puerta al ex senador Héctor Maya para que los pronósticos pasen a ser promisorios para el justicialismo. Es indudable que estas posiciones están sustentadas por un simple cálculo aritmético que suma los votos del Frente Justicialista Entrerriano y los del Frente Popular Disidente. Es claro que esta ecuación presupone que el radicalismo y sus aliados tocaron el techo de sus posibilidades electorales. Pero alguien que sabía bastante de política advertía precisamente sobre el error de confundir la política con la aritmética. Hay que ver qué gana y qué pierde el justicialismo si trata de redefinir su perfil político tras el reingreso de Maya al partido. No se puede soslayar que ligada a la figura del ex senador está Daniel Rossi que, dicho sea de paso, es el gran ganador dentro de ese espacio.
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