Claudio Cañete
Para el Presidente Juan Domingo Perón, el equilibrio entre salario y precios, restablecer el diálogo con la Juventud de su partido y mantener la vigencia del Pacto Social entre gobierno, sindicatos y empresarios eran sus principales preocupaciones en las últimas semanas de vida. Su salud quebrada y el entorno que tendió su secretario José López Rega es un hecho que hasta el día de hoy deja la puerta abierta a un sinfín de especulaciones. En medio de ese panorama, condimentado por una creciente violencia, aparece su voluntad –decisión luego abortada– de que tras su muerte lo sucediera en el cargo el radical Ricardo Balbín; y su amargura, ante la certeza de que dejaba su obra sin terminar para el pueblo. En esta nota ANALISIS rescata estos últimos episodios. El hombre que dejó una marca indeleble en la historia argentina falleció el 1º de julio de 1974, en ejercicio de su tercera Presidencia obtenida por el voto popular.
En su inconfundible estilo, el historiador Norberto Galazo registró las distintas alternativas de los últimos días de Juan Domingo Perón. “Esos días –del 12 al 14 de junio (1974)– de intenso ajetreo vuelven a desmejorar la salud de Juan. El 15, Isabel y López Rega viajan con destino a Ginebra, donde ella pronunciará un discurso en la Organización Internacional del Trabajo, para pasar luego a España, Suiza e Italia, hasta el Vaticano, donde la recibirá el Sumo Pontífice. Juan se despide de su mujer, alentándola en esa tarea, nueva para ella, como es la intervención en un foro de nivel internacional. Al anochecer, el general se queja de dolores precordiales. Sin embargo, el reposo del domingo le permite reponerse y decide iniciar la semana hábil concretando reuniones que estima urgentes. Así, el lunes 17 concurre a la Casa Rosada, donde se encuentra con la cúpula de la CGT, para tratar tres asuntos que juzga importantes. El primero se refiere al desequilibrio producido entre precios y salarios: (…) Indudablemente, esta especulación del mercado negro ha producido un desequilibrio y se ha producido un perjuicio a costa de la población. Ha habido un beneficio para los sectores especulativos del mercado negro, fuera de lo pactado. Y el perjuicio fuera de lo pactado ha sido especialmente para el pueblo, para la gente trabajadora (…) Éste es para mí el problema (…) Lo justo en eso, indudablemente, indudablemente es resarcir a esa masa de los perjuicios que le han ocasionado el agio, la especulación, el mercado negro, y resarcirla, en la medida de lo posible, sin alterar el equilibrio fundamental que debemos mantener hasta 1975, de acuerdo a lo pactado. Por eso, la decisión de pagar un aguinaldo completo en el mes de junio (…) Y si viene un reajuste de precios, habrá que estudiarlo (…) Esto lo hacemos por ahora con acuerdos directos en la cúspide (…) para llegar a una solución de corto plazo (…) Respecto del segundo punto que me han planteado, en el sentido de adelantar las elecciones –gremiales-, los felicito, porque es un rasgo de honestidad de los propios dirigentes que no requiere comentarios. Está perfectamente bien hecho y creo que, cuanto antes se haga, tanto mejor. En cuanto al tercer punto –el diario Democracia– ese diario era de la señora Eva. Cuando ella murió debía pasar directamente a mí, que soy único heredero. Entonces, es cuestión de llamar al escribano y de que yo haga la cesión directamente a la CGT (…) Esto tiene importancia porque en los medios masivos de información hay un proceso de deformación de la verdad para suscitar problemas. No hay día en que en un diario no aparezca una cosa catastrófica en primera plana (…) Con respecto al Pacto Social, mañana he de hablar con los empresarios de manera que ustedes puedan hablar con ellos y estudiar el problema (…) Nadie saldría beneficiado del rompimiento del Pacto Social (…) Del producido total de la sociedad, la mitad por lo menos, tiene que ser para la clase trabajadora (…) Pero este proceso hay que irlo realizando paulatinamente y a medida que dispongamos de lo necesario para repartir, porque nadie puede repartir lo que no existe”.
Citando testimonios de sus médicos, Galasso también rescata que al terminar esa reunión se retiró de Casa de Gobierno y pidió ir al domicilio del doctor Pedro Cossio para que lo revisase, y éste le volvió a aconsejar que disminuyera la intensidad de su trabajo. Perón le contestó: “Mire, maestro, me parece que ahora le voy a tener que hacer caso. La carrocería no me da para seguir siendo obstinado”. Por lo que se acostó temprano y decidió no ir a Casa de Gobierno, aunque no descartó igualmente realizar alguna reunión. Por eso en la mañana del 18 –a pesar de que persistía una molestia en su pecho- convocó a varios dirigentes de las seccionales regionales de la Juventud Peronista. El objetivo era discutir las bases y mecanismos que asegurarían el encuadramiento y reinserción de la Juventud en el aparato político del justicialismo. Galasso consigna el testimonio de Roberto Perdía: “Habíamos acordado que ello (la reinserción) se haría a través de nuestra participación en la normalización de las distintas ramas del movimiento. Esa institucionalización sería mediante el voto y comenzaría por la rama de la juventud, donde éramos claramente mayoritarios. Esas perspectivas aparecían como destellos de sol en medio de una tormenta. Pero el acuerdo no llegó a ejecutarse”, comentó Perdía. Obviamente, la muerte de Perón cercenó este proyecto. Siguiendo los textos de Galasso, éste es uno de los pronósticos médicos de aquellas jornadas: “El 18 de junio –señala el doctor Jorge Taiana, quien lo asistía- los electrocardiogramas y otros parámetros evidencian un pequeño infarto cardíaco, subendocárdico, lateral, acompañado de un moderado encharcamiento pulmonar, tos y expectoración”. Aquel pronóstico, para no crear conmoción pública, la prensa lo tradujo sólo como un simple resfrío, a lo sumo como una bronquitis, en base al informe que se da desde la residencia. Los médicos Jorge Taiana y Pedro Cossio, a partir de ese panorama, tomaron una determinación: llamaron a Isabel y a López Rega para que se volvieran de urgencia desde Europa. El 20 de junio retornó el nefasto secretario y la vicepresidenta se quedó unos días más para completar la audiencia papal. En esos días Héctor Cámpora retornaba desde México para renunciar al cargo de embajador en ese país. “Según Taiana, López Rega le alcanza las hojas del último decreto que firma Perón, postrado en la cama, por el cual por una curiosa pirueta de la historia, acepta la renuncia de Cámpora, su hombre más leal”, documenta Galasso en otro tramo de sus investigaciones acerca de los últimos días del general.
Los días posteriores permanece en la cama, en la residencia de Olivos, mostrando cierta mejoría en su estado general. Sin embargo el día 26 volvió el dolor en el pecho, la arritmia continuó el día 27 y el 28 a la siesta sobrevino un edema agudo de pulmón. En esa jornada se vio a “un Perón muy inquieto y angustiado que literalmente se desarmaba, quejándose de que no podía respirar”, según el doctor Carlos Seara, otro de los profesionales que lo asistía. Mientras que el doctor Taiana agregó que hubo que practicarle “ligadura de miembros, inyección de opiáceos, diuréticos, oxigenoterapia y cardiotónicos”. Pero su estado de salud declinaba cada vez más, incluso los estudios indicaban un nuevo infarto cardíaco. Ese mismo día llegaba Isabel de Europa y por la noche, la noticia llegaba a los hogares argentinos a través de otro comunicado oficial: “El excelentísimo señor Presidente de la Nación, teniente general Juan Domingo Perón, padece, desde hace 12 días, una broncopatía infecciosa que por su intensidad ha repercutido sobre su antigua afección circulatoria central. Se aconseja proseguir con reposo absoluto y asistencia médica, a fin de cubrir cualquier eventualidad. Doctor Pedro Cossio, doctor Jorge A. Taiana”.
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