Fabián Magnotta
(especial para ANALISIS)
Un análisis de un cimbronazo provincial, la elección en Gualeguaychú. El efecto de la Resolución 125. El voto callado. Las internas. El rol de Atilio Benedetti. Y lo que viene.
Se ve que habían quedado cosas sin aclarar en la relación entre el pueblo de Gualeguaychú y el gobierno nacional.
Quizás nunca se termine de entender el misterio de los pactos comunitarios. Es como si todos los habitantes de un pueblo se juntaran de noche, y sin que nadie se entere, para tomar las decisiones importantes, y allí resolvieran el sentido del voto.
Acaso se haya comprendido que el día de las elecciones, para el pueblo, es el día del poder de la gente, de la posibilidad de dar el mensaje.
En Gualeguaychú, todo olía muy extraño antes del comicio. Como dicen en el campo, el cielo estaba “en un ser”, sin definiciones.
El silencio de una franja muy importante –decisiva– de vecinos podía interpretarse de dos maneras. O era un voto que no se podía decir en público (voto K), o era un voto de castigo. Era como que algo guardaba la gente debajo del poncho.
Y Gualeguaychú siempre ha sido claro en sus mensajes.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)