Antonio Tardelli
Igual que en otras provincias, aunque con sus particularidades, los comicios legislativos podrán ser analizados en Entre Ríos en términos de distribución de poder hacia el interior de la fuerza gobernante. El peronismo de Jorge Busti y Sergio Urribarri, un peronismo que desandó su campaña con cuidado de equilibrista, moderando tanto su identificación como su distanciamiento del kirchnerismo, dispondrá también el lunes de algunos primeros indicios acerca de lo que depara el porvenir.
Por lo general, en materia de resultados electorales, Entre Ríos se comporta de manera similar al gravitante distrito bonaerense. Desde 1983 hasta ahora los resultados han sido similares, con excepción de lo ocurrido en 1999, cuando pese al éxito nacional de la Alianza el justicialismo se las ingenió para seguir controlando el gobierno de provincia de Buenos Aires. Pero ahí se agotan los paralelismos si se pretende extraer alguna analogía que sirva para matizar la espera de las urnas. Aunque los cuadros conservan algún elemento común (la omnipresente interna del movimiento justicialista), las fuerzas enfrentadas responden a combinaciones diferentes.
Si el mapa bonaerense presenta tres fuerzas (kirchnerismo, properonismo y panradicalismo) con algún tipo de aspiraciones, dos de las cuales dirimen abiertamente el liderazgo del partido hegemónico, no ocurre lo propio en Entre Ríos, donde en ese plano sólo importa saber qué queda por afuera del tradicional bipartidismo que, aunque a veces decorado por incipientes terceras fuerzas, jamás desapareció del todo. Disgregada la experiencia del Nuevo Espacio, o la Concertación Entrerriana, todo lo que florezca en las márgenes de las estructuras mayoritarias será producto de arrastres nacionales y no de construcciones autóctonas.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)