Marcelo Comas

Pedro Velázquez es un atleta con capacidades diferentes que se hizo conocido rompiendo marcas arriba de una silla de ruedas. Fue tanta la dedicación que estuvo a ocho minutos de lograr la marca para clasificar a los Juegos Olímpicos de Beijing. La desidia y la falta de apoyo de las diferentes gestiones le quitaron la posibilidad de cumplir su sueño. Todo el esfuerzo se desvaneció como por arte de magia y ahora reclama mayor atención del Estado para volver a tener los elementos de competencia. “Esto duele por todo el esfuerzo que uno ha hecho, por eso dejé la silla, para prenderme de otro lado y no destruirme psicológicamente”, dijo, con toda la amargura de ya no ser.

A Pedro, deportista paranaense, la vida no le sonríe. El destino le puso diferentes barreras, una más dura que otra, que fueron debilitando sus fuerzas. A medida que el deporte ganaba más espacio en su vida las preocupaciones quedaban de lado y hasta su familia se sumaba a esta cruzada digna de imitar en todos los sentidos. En base a sacrificio, este paranaense de 38 años se fue abriendo camino al mando de una silla de ruedas en diferentes competencias realizadas en la República Argentina y luego empezó a competir en el exterior por lo que se convirtió en profesional. Lo suyo fue lo más parecido a una carrera contra la desidia y la falta de interés de las autoridades políticas, en especial aquellas que se desempeñan en lugares estratégicos de la administración pública. Si hasta se quedó afuera de Beijing 2008 por no contar con ruedas de carbono y en sí resultó un golpe casi fulminante para la exitosa trayectoria del maratonista. Si bien prometió no darse por vencido, la energía se agotó en marzo de este año cuando compitió por última vez y hasta nuevo aviso archivó esta sana costumbre de afrontar nuevos desafíos.

Desde una oficina pública ubicada en un centro de salud de la ciudad de Paraná, Pedro contó su historia, la verdadera historia y no aquella que le conviene a los poderosos de turno. En todo momento insiste con que le queda mucho por hacer en esta disciplina y para eso no le queda otra alternativa que recurrir a la asistencia de los entes oficiales. Mientras en la sala un puñado de personas espera el turno con su médico de cabecera, a Pedro Velázquez se le escapan las palabras a borbotones, como si quisiera demostrar que lo suyo es meritorio y la conversación llega hasta un punto donde consigue ese objetivo.

Ladrillo por ladrillo, casi en sintonía con la labor de un arquitecto, este paranaense de 38 años fue construyendo una trayectoria llena de logros y alegrías. Ahora le quedan los recuerdos de aquellas proezas deportivas, no sólo alcanzadas en el territorio nacional, sino también fuera de los límites del mapa argentino.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)