El hombre del ADN

Edición: 
822
Habla Mario Calderón, el heredero millonario del hacendado Reggiardo

Mario Juárez
(desde Victoria, especial para ANALISIS)

Mario Aníbal Calderón siempre fue un muchacho humilde, que en los últimos tiempos se ganaba la vida vendiendo panchos en un carrito de Buenos Aires. La vida le cambió a partir de que alguien le dijo que era “parecido” al millonario y enigmático hacendado José Alberto Antonio Beto Reggiardo, quien murió en julio de 1998, al caer el helicóptero en el que viajaba. Los estudios de ADN demostraron que es su hijo y único heredero. Los cálculos indican que su padre dejó más de 30 millones de pesos, pero diez años después del fallecimiento del estanciero, aún no existe un último dictamen judicial que lo declare como acreedor de la fortuna. En un extenso reportaje, Calderón contó de su adolescencia, de cómo se encontró con su verdadera identidad; habló de los caminos que tuvo que recorrer y también de quienes pretendieron apropiarse de la herencia de su padre.

-Muchos conocen algunas partes de tu historia, pero no toda. ¿Dónde viviste de chico, por ejemplo?
-De chico, desde que recuerdo, viví en Rosario hasta que terminé la escuela secundaria. Luego entré en Atucha a trabajar, de ahí al servicio militar y luego volví a Atucha. Y después estuve en otras empresas, viajando por el interior del país en sistemas de microondas; siempre el lugar de trabajo variaba.

-Todos sabemos cómo fue tu situación pero ¿quién te contuvo durante esa época del primario y secundario, con quién estabas?
-Yo estuve con mi tía abuela y el esposo de ella, Francisco Musollani, y ella era Vicenta Miño, que eran oriundos de Victoria y él era italiano. No tengo muchos conocimientos hacia atrás tampoco, porque nunca me preocupé en indagar. Y tengo tíos que voy conociendo ahora, aunque tampoco tengo relación, así que voy conociendo a unos y otros pero me quedan varios por conocer.

-¿Qué es lo que más te acordás de la adolescencia, lo que más te gustaba? ¿De qué te recibiste?
-Me recibí de técnico en Electrónica. Mi niñez fue común: figuritas, trompo, autitos, apenas el tele blanco y negro porque no había otra cosa.

-¿Cómo te llega esa información diciendo que eras el hijo de un millonario? ¿Dónde estabas cuando te enteraste y cómo fue la circunstancia?
-La información en sí, como revelándome un secreto, me la dijo don Carlos Dosbá. Me la contó una vez que yo vine a trabajar. En un momento el trabajo me trajo a Victoria, a instalar un monocanal, en una localidad que creo que se llamaba Pueblito. Vine a hacer esa instalación y entonces fui a conocer a algún familiar, porque sabía que tenía muchos pero nunca había tenido contacto desde los 3 años. Apenas me acuerdo cosas hasta los 40 y pico, pero a Victoria no había venido nunca. Ese día estuve y dije: “Voy a ver a algún tío”. Justo me encontré con esta persona Dosbá, un ser excepcional que ya no está con nosotros, y él fue el que me lo dijo como un secreto. En ese momento tenía alrededor de 44 o 46 años.

-¿Qué te generó saber eso?
-Cuando estuve trabajando en esa localidad, en Pueblito, vi una persona ahí que me dijo: “Sos igual a un hombre de acá, sos un calco” y me preguntó dónde nací. Y yo le dije que había nacido en Laguna del Pescado, pero en Victoria nunca estuve. Y me reiteró: “Sos igual a una persona que vivió acá, que es el dueño de estos campos y los cercanos”. Después, en el primer encuentro que tuve con Dosbá no me dijo nada, me invitó a comer un asado y pasó un mes hasta que yo volví, ya en una visita familiar, que no era por trabajo. Y ahí, mientras preparaba el asado, le costaba decirme esto porque era algo relativo a mi madre, que yo pensaba que mi padre era otra persona. Y me dice: “Te tengo que contar un secreto”. Y daba muchas vueltas, muchos rodeos. Me dijo: “Es algo que me enteré cuando era chico y escuché que tu mamá le decía a mi mamá que Reggiardo era tu papá”. Me quedó trabajando eso en la cabeza. Yo no sabía que mi mamá había sido doméstica ni que trabajó en esa casa, sólo sabía que era de Victoria. Y le dije si se podía ver a esa persona. En esa época Reggiardo era como Alfredo Yabrán, era alguien difícil de ubicar y me decían que no era accesible. Yo no quería que este hombre pensara que yo iba a verlo por el dinero. Tenía la inquietud de ver cuál era el parecido que decían que tenía. No logré este objetivo, no lo vi nunca, era muy difícil. Tampoco me preocupé mucho porque era muy complicado por mi trabajo también.

-Por lo que se desprende, vos tenías tu vida y esto no te dio vuelta la cabeza ni se te ocurrió nada porque consideraste que no era así…
-Sí. Yo era o no el hijo de Reggiardo, no iba a poder solucionar nada ni cambiar nada; mi vida transcurría feliz.

-Después viene toda la etapa en la que vos tenés que presentarte y participar como una de las personas que potencialmente podías ser el sucesor de Reggiardo. Y hoy, como lo demuestran los ADN, podés ser el heredero legítimo. ¿Cómo fue ese paso, la charla con el doctor Ricardo Solari?
-En un momento Dosbá me dijo por celular que Reggiardo tuvo un accidente, al caer el helicóptero en un campo, que estaba grave e internado en el Hospital del Quemado en Buenos Aires. Justo yo estaba en Buenos Aires en ese momento, era un día viernes. Fui al hospital y no había nadie que hubiera llegado quemado desde un accidente. Fui también a una clínica privada y tampoco había nada. Y el lunes ya tenía un pasaje de avión para viajar a Córdoba. El lunes me fui a Córdoba y al mediodía llama Dosbá, avisándome que Reggiardo estaba en Córdoba, que en realidad se había equivocado y que estaba ahí en el Instituto del Quemado de allí. A las seis de la tarde fui hasta el Instituto del Quemado y no había nadie. Pero una de las enfermeras me dijo que había un médico que trabajaba en una clínica donde también iban personas quemadas y averiguó y me dijo que había una persona que había llegado de Entre Ríos y estaba internada ahí. Le pregunté el estado y me dijeron que el médico no podía decir nada. Entonces me fui a esta clínica y me dijeron que ahí no había nadie. Hablé con una persona de seguridad y me dijo que iba a consultar en el libro de entradas, y miró el libro y había salido para la morgue ese día.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)

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