Historia de las damas coraje

Edición: 
812
Memoria, cultura y educación: para entender un poco más al normalismo en Paraná

Claudio Cañete

Este año, el prestigioso académico y periodista Julio Crespo lanzó su libro Las maestras de Sarmiento, que ya suscita a nivel nacional apasionados aplausos y fuertes rechazos. Especialmente a Paraná –sede de la primera Escuela Normal–, este lanzamiento editorial la toca de cerca, ya que es una investigación importante para aquellos que estudian y siguen este tema. El libro irrumpe en medio de un tenso debate: mientras la historiografía liberal alaba la iniciativa de Domingo Faustino Sarmiento de contratar a docentes formados en los Estados Unidos para fundar Escuelas Normales en la Argentina, la corriente revisionista la considera el más irritante ejemplo del afán extranjerizante y antinacional del educador sanjuanino. ANALISIS presenta algunos conceptos del propio autor y un recorrido temático por los puntos más salientes de la obra, donde la capital entrerriana aparece claramente como protagonista.

Julio Crespo se ha propuesto relatar este capítulo de nuestra historia en un marco amplio que analiza los efectos de este implante cultural en el desarrollo de nuestra educación pública y destaca la capacidad transformadora de la iniciativa. El estilo literario, la precisión y la claridad de la escritura contribuyen a que la lectura resulte tan grata como ilustrativa. El académico evoca al comienzo el encuentro en Boston en 1847 entre Horace Mann, del Borrad de Instrucción Pública de Massachusetts, y Sarmiento, cuando éste viajaba como enviado del Ministerio de Instrucción Pública de Chile. A la entrevista asistió Mary Mann, su amiga infatigable y colaboradora eficaz del proyecto.

Pasaron más de 20 años para que la idea pudiera ponerse en práctica. En ese lapso, Sarmiento volvió del exilio, conquistó voluntades y prestigio, y finalmente accedió a la Presidencia de la República (1868). Entretanto, profundizó su experiencia desde el cargo de jefe del Departamento de Escuelas del Estado de Buenos Aires (1856). Utilizó métodos novedosos, tales como la estadística, y puso énfasis en la construcción de edificios adecuados y en contar con recursos propios para las escuelas. Para todo esto era imprescindible disponer de personal especializado, de ahí los choques con las señoras de la Sociedad de Beneficencia -Mariquita Sánchez entre ellas-, más confiadas en la buena voluntad que en el profesionalismo para dirigir las escuelas de niñas.

En Nueva Inglaterra, Sarmiento había conocido a las jóvenes que se formaban con el objetivo de dedicar su vida a la educación y quedó fuertemente impresionado. Pero cuando siendo Presidente estuvo en condiciones de convocarlas para trabajar en el país, la respuesta fue menos positiva de lo esperado. Vinieron pocas, algunas optaron por el matrimonio o la enseñanza privada, mientras que otras cumplieron en plenitud el rol asignado. “Capaces, prácticas, intrépidas”, son los adjetivos elegidos por el autor para calificar a estas pioneras.

Fue entonces que la tarea no resultó fácil. Entre los obstáculos a toda iniciativa de progreso estaba en primer lugar la debilidad del incipiente Estado argentino, todavía en guerra con el Paraguay y con las montoneras, además de la pobreza, el atraso y el aislamiento del interior del país, donde debían instalarse los docentes extranjeros. Vinieron en total 61 mujeres y cuatro varones, entre 1869 y 1898. Crespo relata la cara íntima del proyecto, es decir, todo aquello que depende de los sentimientos, de los valores, de las expectativas personales. Son historias, por lo general, tristes. Refieren desencantos, nostalgias, miedos, penurias económicas, hábitos diferentes, enfermedades, tragedias familiares, pero también ejemplos de firmeza, compromiso moral y esperanza.

La Escuela de Paraná

El caso de George Albert Stearns, fundador de la Escuela Normal de Paraná, es admirable. Egresado de la Universidad de Harvard, supo inculcar a los alumnos su ideario en materia de organización, objetivos, disciplina, espíritu de investigación y civismo. Todo esto, en medio de la guerra civil y de la muerte prematura de su esposa.

Mientras tanto, las maestras debían vencer los prejuicios de la colectividad norteamericana en Buenos Aires, que les recomendaba no viajar al interior en tiempos agitados. Las destinadas a San Juan se negaron a hacerse cargo de la tarea, para desesperación del Presidente, que tenía especial interés en el desarrollo de la educación en su provincia natal. Sin embargo, a medida que el país se pacificaba y organizaba, las condiciones mejoraron. Siempre hubo dificultades en materia de sueldos y también hostilidad de los docentes criollos hacia las rivales gringas, pero el proyecto continuó y las Escuelas Normales se fundaron y dieron lugar a nuevos establecimientos.

En este proceso de difusión se destacaron, entre otras, Clara Armstrong (trabajó en Paraná, Catamarca, San Juan, San Nicolás, La Plata y Buenos Aires), Sara Chamberlain de Eccleston (Mendoza, Paraná, Buenos Aires y Concepción del Uruguay) y Mary Olstine Graham (Paraná, San Juan y La Plata).

El recibimiento de la comunidad local fue afectuoso en localidades tan alejadas como Corrientes, entusiasta en las cosmopolitas San Nicolás y Rosario, mientras que en las sociedades más conservadoras hubo resistencia al cambio. En este sentido, Crespo analiza en sus páginas la situación planteada por la negativa del obispo de Córdoba a permitir que mujeres protestantes enseñaran a las niñas cordobesas católicas y la consiguiente ruptura con la Santa Sede en la primera Presidencia de Roca. Este conflicto ratificó la decisión de la dirigencia liberal de la República de no interrumpir la experiencia fuera cual fuese el costo. Hacia 1900 la fase inicial estaba concluida y los docentes argentinos podían hacerse cargo íntegramente de la tarea.

El autor no se limita al relato de hechos pasados. Reflexiona en las páginas finales acerca de la disyuntiva que se plantea hoy en la educación argentina: seguir en el camino de la decadencia o retomar, sobre el modelo sarmientino, un proyecto para el siglo XXI. En el prólogo, Horacio Sanguinetti (ex rector del Colegio Nacional de Buenos Aires) considera, en sintonía con Sarmiento, que un buen sistema de educación pública constituye el mejor recurso para la inclusión social.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)

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