Luis María Serroels
(especial para ANALISIS)

Para muchos, el secretario de Salud de la provincia, tiene los días contados en su cargo. Mario Elizalde está cada vez más distanciado del ministro Ángel Giano y prácticamente no tiene cabida en el círculo de colaboradores cercanos y de consulta permanente del propio gobernador Sergio Urribarri. Los casos de presunta corrupción que lo rozaron –en especial la compra “urgente” de 50.000 vacunas para combatir la leptospirosis, aunque recién se aplicaron no más de mil–, nunca tuvieron explicaciones contundentes y los hechos demostraron que no eran tan necesarias. No obstante, Elizalde viajó con su esposa a Cuba, invitado por el mismo laboratorio al que se compraron las dosis, con el aval del secretario Legal y Técnico de la provincia, José Gervasio Laporte. Ahora, el funcionario pretende avanzar con hospitales “llave en mano” en algunas ciudades entrerrianas –con inversiones millonarias– y hasta les aseguró a varios hombres del PJ del interior que será “el próximo ministro” de Salud, tras la sanción de la nueva Constitución de Entre Ríos.

Una nota de opinión aparecida el pasado domingo en El Diario, donde se realiza un descarnado diagnóstico sobre las pujas internas y enfrentamientos nada solapados entre el ministro de Salud y Acción Social, Ángel Giano, y el secretario de esa cartera, Mario Elizalde, no hizo más que reforzar el cuadro de situación que este semanario ha venido abordando desde hace tiempo. Significa poner más blanco sobre negro a un estado de cosas que hemos denunciado con citas precisas y que confirman a ese ministerio como el de más conflictivo funcionamiento dentro de las últimas administraciones.

Resulta ciertamente insólito que en una escala jerárquica se produzcan cortocircuitos en una magnitud absolutamente nociva y desaconsejable para una buena gestión, donde cualquier fisura operativa o desavenencia programática entorpecen, desnaturalizan y hasta frustran toda una política que debería ser una cuestión de Estado.

Más allá de las consabidas negaciones y desmentidas ya habituales, la frase del fundador del justicialismo Juan Domingo Perón, “la única verdad es la realidad”, resulta suficientemente clara para marcarle la cancha al funcionariado. Darle la espalda a este escenario inconcebible, especialmente cuando estamos ante un área responsable de diseñar, administrar y ejecutar programas de salud en su concepción global integradora y en sus aspectos puntuales para 1,3 millones de habitantes, es gravísimo. Y mucho más si, como se advierte, no parece formar parte de la agenda prioritaria del gobernador el cortar por lo sano con estos entretelones que no deben ser desconocidos en la Casa Gris.

Intriga, desconfianza, individualismo, recelos y resquemores recíprocos, se presentarían como los componentes principales de una maraña que puede tornar errátil a la acción conjunta y estériles los esfuerzos que se ensayen. Lo extraño es que lo que se considera un secreto a voces dentro del marco general de la cartera, no haya conmovido a ocupantes de despachos donde precisamente lo que menos se desea es un clima discordante que deteriora la autoridad y transforma las relaciones en un ejercicio comadreril de las obligaciones funcionales.

¿Por qué las reflexiones del colega Ricardo Leguizamón no nos sorprendieron? Simplemente porque en nuestro poder hay datos, documentos que nos llevaron hace meses a empezar a correr ciertos velos y plantear la necesidad de limpiar la casa. Y si nos remitimos a la serie de episodios que como hitos desagradables se encolumnan en gestiones sucesivas desde hace ya varios años, con el denominador común de irregularidades no esclarecidas debidamente por motivos desconocidos, está claro que “algo huele mal en Dinamarca”.

Cómo no recordar la serie de notas que este semanario incluyó en numerosas ediciones, donde se sacaban a la luz situaciones que afectaban la gestión y la situaban en el terreno del descrédito. Es fácil presentir que lo que se afirme en este informe provocará un escozor tan fuerte como débiles pueden ser los argumentos que desde el poder intenten neutralizar las especies acumuladas. No hacemos imputaciones livianas ni irresponsables.

Solamente exponemos dudas y requerimos respuestas exigibles, porque parte de los elementos hoy surgidos ante la opinión pública –es bueno que se conozca– ya fueron puestos oportunamente en manos del ministro, ignorándose qué medidas o actuaciones llevó adelante. Qué cosa nos gustaría más que poder decirle al lector cuánto se ha llevado a cabo desde el poder para terminar con esta metodología impresentable.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)