Desde el oficio

Edición: 
801
ESPECIAL DÍA DEL PERIODISTA - Entrevista a Guillermo Alfieri

Silvio Méndez

Hablar de periodismo con Guillermo Alfieri aparece como un pretexto casi cantado. Referente y formador de generaciones en el oficio, sus reflexiones no pueden dejar de aludir los acontecimientos que hoy lo inquietan. El tratamiento del conflicto agropecuario aparece para él como una especie de clave bajo la cual se puede leer un estado de la cuestión sobre el trabajo con la información diaria. Con argumentos de peso y su amplia experiencia definió que un buen periodista se caracteriza por ser formado, curioso y desconfiado. Los límites éticos, la independencia, la tendencia a segmentar la labor, el vicio de la auto-referencia en los relatos, así como las transformaciones que impone la incorporación de las nuevas tecnologías también formaron parte de sus consideraciones.

La excusa es charlar, como cuando se acerca todo 7 de junio, sobre periodismo. La fecha parece ceñir como ineludible las referencias a las problemáticas que giran en torno a su situación en la actualidad, las condiciones de trabajo, sus límites éticos y los interminables debates sobre la independencia y la supuesta objetividad. Sin escapar del todo a este brete, en diálogo con ANALISIS, Guillermo Alfieri habló desde un lugar que evidencia su experiencia y pasión por el oficio. Reflexiones que despunta tras concluir una labor de destino incierto que lo llevó a escribir un libro sobre Alipio Paoletti, que fuera su amigo entrañable y compañero en el diario El independiente de La Rioja en los ‘70. Una historia ligada a sus afectos y a un momento en el cual abrazó al periodismo cuando su ejercicio era parte de una militancia política, social, cuando era parte de todo un modo de vida.

-¿Qué reflexiones te dispara este asunto de que para el Día del Periodista se realiza toda una serie de análisis sobre la situación del periodismo y un montón de peroratas auto-referenciales que se repiten año a año?
-Creo que tiene que ser bien utilizado. A ver, yo creo que lo que está pasando con esto del campo es una oportunidad para todos los que son periodistas. Es lo más fuerte, por la extracción del conflicto, que ha pasado en muchísimo tiempo. Me da la impresión de que para el periodista que no tabica su trabajo, si no dice “soy de Cultura”, “soy de Deportes” o “soy de Policiales”, todos podrían tener oportunidad de interiorizarse de un montón de cosas que, por ahí, no le resultaban necesarias.

-¿Lo que decís tiene que ver con diferencias entre el compromiso político más marcado que estuvo ligado con el oficio en algún momento de la historia argentina y en lo que parece haber devenido como una profesión más del mercado?
-A mí me parece que el discurso hegemónico tiene muchas pautas y es direccionado según con el interés y destinatario. Tiende a eso, a adocenar, en todos los oficios. “Vos ocupate de lo tuyo”, que no se interrelacionen los sucesos, que no se construya un discurso crítico. Un módulo de ese discurso es decir: la independencia del periodismo es un mito, es una utopía y las utopías no se cumplen. Esto produce un estado de resignación. Creo que cada cual hallará su camino, pero que no es fatal, como nada lo es. En el sistema todo se presenta como: “esto es lo que hay” y que ante esto se pueden hacer muy pocas cosas. Esto ha penetrado muy fuertemente en el conjunto de la sociedad argentina. Se habla de que viene desde el golpe del 76; quizás es de mucho más atrás, pero se puede tomar como una fecha clave. Entonces es esto, convertir el oficio del periodista en: no hay posibilidad de independencia, los medios están concentrados, habrá que ser mejor o peor pero encuadrados en las reglas de juego. En primer lugar, si existe una posibilidad de independencia –yo creo que sí–, es a nivel de estar muy bien formados, ser muy buen periodista. Entonces a lo mejor el propio sistema te precisa y, por alguna de esas extrañas razones, se pueden utilizar unos de esos recovecos incluso que se abren. Si no tenés eso, el que quiera hacer un programa de radio o televisión, por las propias condiciones que se ponen, se contrata un espacio, lo que convierte al periodista en un monotributista. Ahí, mientras no digan lo contrario, porque les interesa la cuestión mercantil y a veces mostrarse o tener una apariencia de pluralismo, también se puede utilizar ese espacio mientras sea posible.

-¿A qué te referís cuando decís formación?
-Formación por donde se haya producido. Tanto por quien haya estudiado sistemáticamente una carrera que tienen que ver con el periodismo, como puede ser Comunicación Social –que no son sinónimos–, o por una autoformación. En los dos casos, en cualquier forma, se va a precisar el grado de la experiencia. Cuando te choques 10 veces con un problema vas a poder aprender a superarlo, o tal vez en 50 o 100; bueno, como en todo oficio. Entonces tiene que ser un tipo leído, que lo puede ayudar a tener una visión de mundo, que después de eso va a tener una ideología y después cierto tipo de definiciones que tienen que ver con lo ético y estético. Esto que se establece en cada profesión. Si es por el sistema, la propuesta concreta es ni siquiera de moralidad. Después está esa cosa de “tengo que vivir de algo”. Se ejerce el oficio y no hay dique de contención. Me parece que en cada momento es necesario establecer un límite ético.

-¿Qué rasgos vos definirías conforman un periodista?
-No va a hacer falta el olfato o la intuición si no sos curioso. La curiosidad es primordial. Quien anda por la calle y no le llaman la atención las cosas, no puede ser periodista. Si prioriza la vida social sobre los imprevistos que tiene el oficio, que los tiene en un momento determinado cuando coinciden –un laburo que es coincidente con un casamiento, el cumpleaños del hijo, cualquiera–, mejor que deje. La cuestión de no tener curiosidad, no tener olfato, no darle prioridad al laburo si es que se cuadra ante un acontecimiento que otros no abandonarían, te convertís en un empleado que cree que trabaja de periodista. Es un empleado que no va a superar ese límite y va a tener la misma actitud de la persona que dice: yo trabajo de ocho a dos de la tarde. Otro del periodista es ser desconfiado. La ingenuidad en esto te pierde. Trabajás con cuestiones que tienen que ver con el ejercicio del poder y eso es lo que es.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)

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