Hugo Remedi

En una semana, Cristina Fernández de Kirchner pronunció tres discursos con distintos tonos y matices para tratar de destrabar el conflicto con el sector agropecuario, pero el paro sigue. Para colmo, el campo sumó adhesiones de distintos sectores de la sociedad que rechazaron la soberbia presidencial adulada hasta el hartazgo por la obsecuencia oficial. En ese marco, poco es el margen de acción que tienen gobernadores como Sergio Urribarri, que prefieren el silencio. Tal vez el mandatario entrerriano haya estado colaborando con la estrategia nacional, pero en esta circunstancia, la cercanía al poder no genera utilidades. El futuro acaso muestre otro panorama de lo que se supone una incuestionable inversión para la provincia.

Tres discursos en menos de siete días necesitó la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner para intentar terminar el pleito con la gente del campo y no logró, pese a que, el peregrinaje mediático lo empezó y terminó -por ahora- con distintos tonos.

El dato no es menor y supone entre otras cosas una rareza en el mundo Kirchner, acostumbrado generalmente a imponer su voluntad con efectividad y sin muchas discusiones.

Lo que no está claro es que si la oferta del gobierno de este lunes es tan tremendamente positiva -aunque el campo no la acepte- por qué no la hizo una semana antes y de esa manera se evitaban todos los conflictos.

En realidad, el enfrentamiento con productores agropecuarios comenzó siendo un reclamo sectorial y terminó arraigándose con fuerza en el común de la sociedad -paradójicamente acostumbrada a mirar con recelo a la gente del campo- tras el discurso de subido tono del martes pasado.

En alguna medida, la gente acompañó el reclamo sectorial, pero mucho más dejó traslucir su reacción frente a la soberbia presidencial adulada hasta el hartazgo por la obsecuencia oficial.

Bastó un rato de la jornada del martes pasado para que la “Presidenta” Cristina se mostrara tal cual los argentinos deberán aprender a resistirla o amarla en el futuro. Demonizar el conflicto, como intentó hacerlo, no fue tal vez su mejor jugada. Pero fue genuina y ello la perdió. Entonces, además de desperdiciar el momento justo como para poner equilibrio a una situación de alteración, por el contrario, con sus acostumbradas ínfulas de superioridad potenció el conflicto.

Se sabe, las cuatro entidades que enfrentan hoy al gobierno nacional no representan ni a los mismos intereses ni a los mismos sectores dentro del abanico de los chacareros, aunque en esta coyuntura tal vez los una el espanto. La Presidenta empezó por arriba y traicionada por el componente ideológico mezcló a la Sociedad Rural con los chacareros del hacha y tiza.

¿Chacareros golpistas?

En la misma bolsa puso de un modo irritante a Jorge Rafael Videla ¿…?, a las 4 x 4, a los piquetes de los pudientes, a los dueños de la Argentina fraudulenta y golpista con meros productores y laburantes del campo. El error fue grosero antes y un tanto persistente en el segundo discurso 48 horas después.

En realidad, la gente del campo entiende que el gobierno solo quiere hacer caja con su producido y no ven su resultante traducida en obras. Acaso los gobernadores vean lo mismo, pero saben también que el silencio de hoy acompaña la conveniencia de mañana.

En medio del divorcio, y en uno de los hechos más patéticos de la historia nacional, el gobierno con una gravedad institucional inusitada liberó de fuerzas de seguridad las calles de la porteñísima ciudad de Buenos Aires y rompió el cacerolazo con el avance del grupo de choque del polifuncional Luis D’Elía.

La temerosa estampida de la gente que se había agolpado a reclamarle al gobierno nacional, evitó enfrentamientos y ello también jugó en contra de la Presidenta. Nadie supone a piqueteros oficialistas avanzando al grito de guerra solo para tomar la plaza, como fue el caso, sino que también con la absoluta intención de generar violencia previendo una potencial respuesta a tono y de ese modo desacreditar la gestión pacífica del reclamo. Todo falló.

La circunstancial situación de debilidad puso entonces a la sociedad, siempre propensa a generar respaldo sobre el plano más débil, del lado de los reclamantes, en este caso el de los productores agropecuarios, pero no porque lo sean obviamente, sino porque así los posicionó, con absoluta certeza, la acción del gobierno. Sumando apoyos sociales incondicionales impensados en cualquier otro momento de la historia. La Presidenta Cristina, lo logró: juntó el oro con el barro.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)