Jorge Busti volverá a entregar el poder la semana próxima. Esta vez será a “un hombre de su riñón”, como Sergio Urribarri, pero existen demasiadas dudas sobre hasta cuándo se mantendrán las buenas relaciones. En las últimas semanas hubo discusiones por la designación de determinados colaboradores y la no confirmación de otros en el plantel urribarrista. Entre sus allegados se entiende que fueron “pequeñas rispideces”, pero hay quienes vaticinan desencuentros reiterados, habida cuenta, fundamentalmente, de la fuerte ambición de poder que tiene el gobernador saliente. Es que Busti siempre se hizo fuerte desde la crítica, la denuncia y marcando las contradicciones de quienes gobiernan. Y ello fue lo que lo hizo crecer para mantenerse en la primera línea del protagonismo político y lograr suficiente consenso social cada vez que apostó a retornar al poder.
D. E.
Aquella primera vez que dejó el cargo de gobernador, le entregó el bastón de mando a su sucesor, pero no quiso participar más de la ceremonia. Jorge Busti optó por quedarse solo en la oficina de Información Pública, junto a su amigo Juan Luis Puchulu y observando por TV lo que decía Mario Moine en su primer discurso. Ya había molestia y distancia, pese a que el nombre del aún empresario supermercadista había sido puesto por él cuando poco antes de la interna del PJ se esfumó lo del médico Domingo Liotta o a que varios de sus hombres iban a continuar en algunos cargos públicos de segunda línea e incluso su ex ministro, Hernán Orduna, era el nuevo vicegobernador. Busti volvía a la comuna de Concordia y no era fácil eso de abandonar los privilegios del poder o de enfrentarse con las primeras medidas del nuevo mandatario, de reducción del gasto público, de eliminación de personal o la decisión de investigar algunos acuerdos económicos. “El gobernador ahora soy yo”, repetía Moine y a Busti le costaba escuchar que esa frase ya no la podía decir él, por lo menos por cuatro años.
Busti tenía 41 años, Moine asumía con 42. El país era otro y la provincia diferente a estos días. Pero el escenario político tenía similitudes a las de ahora.
De hecho, por más que desde el oficialismo pocos lo quieran reconocer o casi nunca tuvieran difusión los hechos, los cortocircuitos de Busti y Sergio Urribarri existieron desde el día después del triunfo del ex ministro. Por ambiciones, por egos personales, por peleas intestinas del poder.
“Busti nunca se banca estar en la página cuatro de los diarios y no ser el principal protagonista del escenario y eso se verá siempre, máxime en un mundo mediático como éste”, señalan quienes conocen al dedillo los movimientos de uno y otro. De hecho, fue la primera vez, en la historia democrática reciente, que un gobernador electo permaneció en silencio absoluto hasta horas antes de asumir, tal como sucedió con Urribarri. Y la orden era también para sus futuros funcionarios. “Nadie podía hablar, para no molestar a Busti ni a sus funcionarios”, se argumentó, en una estrategia que, en realidad, salió bien parada.
Históricamente, Busti siempre se hizo fuerte desde la crítica o la denuncia. Lo hizo así con Moine en 1992 -cuando a menos de seis meses de su asunción le impuso una pelea interna en la que terminó perdiendo- y obviamente con Sergio Montiel (UCR), aunque el gobierno y la desgastada figura del viejo caudillo radical se caían por su propio peso en 2003, en medio de la peor crisis de la historia entrerriana. La escenografía es diferente: Busti conoce como pocos a Urribarri y lo mismo sucede con éste último. “Hay códigos, secretos del poder, cuestiones que nunca se conocieron públicamente y tal instancia puede beneficiar, pero también destruir al otro si van a una pelea sin retorno”, indican.
Urribarri será el nuevo gobernador -con varios hombres provenientes de la actual administración-, pero Busti preside el PJ y concentra el poder en la Cámara de Diputados de la provincia, sin dudas el reducto más complejo para el gobierno que viene, habida cuenta de la fuerte puja entre varios de los integrantes del oficialismo.
Está claro que Busti no es el mismo que aquél de 1991. Tiene más años, más experiencia y sabe que no puede cometer errores que perjudiquen a su figura, no sólo en un contexto provincial, sino también a nivel nacional, donde Néstor Kirchner le dio un lugar de privilegio en su alrededor, máxime pensando en formar parte de la conducción del PJ que encabezará el futuro ex Presidente.
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