Hugo Remedi

Pasó la elección número 13. Busti, quedó cuarto entre los candidatos justicialistas pero rompe récord: en el 2011 cumplirá 28 años de mandatos electorales ininterrumpidos desde 1983 y en siete cargos diferentes. Por las dudas, antes que se enfríen los compañeros el PJ ya llamó a internas. La UCR perdió votos pero no cargos ¡lo novedoso! ahora ya no justifica derrotas las defiende... Recrear respira aliviado, como no legitimaron el partido del voto en blanco salvaron la ropa de un convencional. Lilita le ganó por robo a Daneri y Viale, pero la Coalición Cívica metió un diputado nacional, ocho convencionales y arañó la Senaduría. Alasino gritó Viva Entre Ríos y metió cuatro convencionales. El resto de los oferentes, amontonados, suman menos que los votos descartables.

El resultado eleccionario del domingo parece mostrarse como el brazo extendido o el acto reflejo del pasado comicio del 18 de marzo. Nada cambió en lo sustancial, sólo hubo matices.

En ese escenario de estrecha similitud, el peronismo mantuvo sus votos prácticamente, otro tanto sucedió con el radicalismo y podría decirse que los sufragios volcados en aquella oportunidad a favor de Julio Solanas (ex lista 100) cambiaron de dueño pero no de posición, es decir, siguen siendo votos antiperonistas o antibustistas solo que hoy contenidos en la Coalición Cívica que hizo una excelente elección en Entre Ríos.

El actual gobernador Jorge Busti mantuvo de ese modo el protagonismo electoral central como viene sucediendo habitualmente, y de hecho continúa siendo el principal elector de la provincia. El tan mentado desdoblamiento electoral que propició en las postrimerías de 2006 arrojó sus frutos. Primero rompió la posibilidad de internas dentro del propio justicialismo y, por otro lado, obligó al radicalismo a salir a la cancha cuando todavía estaba de pretemporada.

Busti omitió repetir la experiencia de 2003, cuando no desdobló las elecciones -por lealtad con la candidatura Eduardo Duhalde se dijo- y Héctor Maya quedó a mitad de camino perdiendo ajustadamente con Sergio Montiel quien usufructuó entonces el vendaval electoral que bajaba de la Nación de la mano de la Alianza.

Mano a mano planteó entonces Busti. Con la ventaja de una gestión medianamente ordenada, vientos económicos favorables y con la bonanza de un contraste con la última era montielista, ponía a su candidato Sergio Urribarri en inmejorables condiciones electorales y en consecuencia se mostraba a nivel nacional como el referente indiscutido de la provincia.

En marzo, el bustismo pegó el primer planazo electoral. Mantuvo el caudal electoral histórico y con eso consiguió un triunfo contundente en casi toda la provincia. De ese modo rompió con la ya escuálida y desangrada oposición radical que aún sigue buscando responsabilidades en cofres ajenos mientras se les derrumba la casa, y también enderezó a los rebeldes peronistas que se sumaron entonces al proyecto de Julio Solanas, Enrique Cresto, Hugo Berthet y compañía. Para colmo de la impunidad con que se manejan hoy las convicciones, esos dirigentes volvieron rápidamente a la casa “de la que nunca debieron irse”, seducidos por la posibilidad de seguir siendo guapos “de boca” y perderse en el ostracismo o volver al calor del poder real: casi nadie tuvo dudas. Es más, muchos de ellos volvieron a convencerse con la absoluta agilidad de un gato que Busti era lo mejor que le podía pasar a los entrerrianos... y a ellos, por supuesto.

Hoy, aunque con el hocico chato, muchos de los integrantes de la ex lista 100, gozan de las bondades protectoras del bustismo que aún todo lo puede. Pero claro, la batalla no terminó, los paisanos del doble discurso no se rindieron sino que solo embolsaron sus sentimiento hasta el tiempo de un mañana más venturoso y aunque bien lo disimulen detrás de una impostada flema británica, tanto los unos como los otros bien saben que el estallido está latente.

Por eso uno puede suponer que Busti adelantó la interna para el 2 de diciembre. Respeta el esquema: acota los tiempos para rebeldes y se queda con el muestrario de colores antes de la asunción de Urribarri.

Es sabido, la política es el arte de lo posible.

De hecho, las victorias -y sobre todo si son contundentes- disimulan detalles o matices. Si uno tomase como base de análisis los cuatro rubros que se pusieron en disputa, es decir, Presidente de la Nación, senadores nacionales, diputados nacionales y convencionales constituyentes, surge un dato por demás de curioso: Cristina Kirchner le gana al primer candidato a senador por el PJ entrerriano, Guillermo Guastavino, hace lo propio con la primera candidata a diputada nacional Cristina Cremer y finalmente ésta obtiene más sufragios que el primer candidato a convencional justicialista, su marido Jorge Busti.

Esto se traduce en que, el justicialismo sacó ahora unos 8.500 votos menos que en marzo y que de hecho varios miles de votantes que no pagaron como bustistas, sí lo hicieron como kirchneristas y por ello la Cristina presidencial se benefició con el corte de boletas.

Desde allí, es la única manera de interpretar por qué el justicialismo provincial mantuvo prácticamente su caudal electoral habitual y no subió esa cosecha con sustancia teniendo en cuenta el supuesto aporte de los casi 120.000 votos que sumó Solanas en marzo. Por lo cual, se puede concluir, por un lado, que sólo un ínfimo porcentaje de aquellos votos cayeron en la alforja kirchnerista. Y, por el otro, que Busti mantiene un importante caudal de votos traducido en un 46,47 por ciento pero que también se ha transformado en un techo prácticamente inamovible.

Evidentemente, los votos que juntó Solanas en marzo eran volátiles pero con un denomidador común, son antibustistas y, esto tampoco supo interpretarlo el radicalismo en su favor con lo que ello implicó.

(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)