Luciana Dalmagro
A nivel empresarial, tal vez sea la mujer más poderosa de la provincia. Silvia D’Agostino es propietaria del Sanatorio La Entrerriana, pero su labor más importante es la que desarrolla como presidenta del Consejo Empresario de Entre Ríos (CEER), actividad a la que califica como su vocación y reconoce que la alejó de la militancia política. Le hubiera gustado ser convencional, pero no tuvo ofrecimientos para integrar ninguna lista. No obstante, junto a sus pares planea participar de acuerdo a un modelo implementado en otros distritos. Celebra el orden de las cuentas provinciales que logró el actual gobierno y algunos avances en infraestructura, pero se queja de la burocracia y reclama la reforma del Estado. La empresaria recuerda también sus años como funcionaria de Enrique Cresto, sus visitas a Perón y su paso por el Banco de Entre Ríos.
Silvia D’Agostino abre la puerta e invita a pasar. Parece acelerada. Sucede que la noche anterior a la entrevista culminaron las II Jornadas sobre Competitividad y Desarrollo Sustentable organizadas por el Consejo Empresario de Entre Ríos (CEER), entidad que ella preside. Se disculpa por el desorden del lugar, dicta un correo electrónico a un secretario, da un par de vueltas y finalmente se instala en una de las 10 sillas que rodean la larga mesa de reuniones del CEER y se dispone a charlar.
Es una mujer menuda y delgada. Todo en ella es pequeño, incluso las facciones de su rostro. Usa el pelo lacio, apenas le sobrepasa los hombros, las puntas están onduladas hacia afuera y un broche sostiene el flequillo hacia atrás. Está algo bronceada y viste con un conjunto deportivo completamente negro. Asoma debajo una remera blanca. No usa nada de maquillaje. Sólo luce un pequeño anillo y un par de aritos dorados.
Desde la ventana de la sala de reuniones, ubicada en el tercer piso de la esquina del edificio de oficinas de Córdoba y Rivadavia, se ve la avenida mojada y el cielo gris. No hay encendida ninguna luz artificial y algo de penumbra comienza a asomar a lo largo del diálogo. Detrás de la empresaria cuelga de una pared un mapa de Entre Ríos. Uno de Argentina está a la izquierda, junto a una pizarra con anotaciones en fibrón negro. No hay lujos allí. Es sin duda un ambiente de trabajo. La base de un teléfono inalámbrico negro cuelga torcida al lado de la ventana. Sobre la mesa, algo ajada, hay desparramados útiles, muchos papeles, varios almanaques y termo metálico y mate.
Arranca hablando entusiasmada de la actividad que organizó desde el CEER. “Fue toda una movida y un esfuerzo muy importante armar esto, pero quedamos muy contentos. Resultó un desafío porque quisimos darle un marco equilibrado para esta etapa preelectoral. Que no tuviera un tinte político, que fuera equilibrado y que a la vez se pudieran dar visiones. Y se logró”, celebra.
-Cuentemé su opinión y la de los empresarios sobre el posicionamiento actual de Entre Ríos y qué espera para los próximos años.
-En estos últimos años se hizo mucho respecto de las cuentas provinciales. Y es algo que el empresariado demandaba con mucho ímpetu: achicar el endeudamiento y equilibrar las cuentas para hacer proyecciones a futuro. En ese sentido vemos que se va por buen camino. En materia de infraestructura también. Se ha negociado bien con la Nación, pero venimos de un déficit de años y las demandas son enormes. Siempre decimos que debe haber una reparación para Entre Ríos porque hasta los 70 no había inversión en la Mesopotamia porque era área de defensa, esa famosa estrategia de defensa por un conflicto potencial con Brasil. Hay mucho camino de tierra, entre otras falencias. Es mucho lo que se demanda y se requiere, no sólo en lo productivo sino también en lo social y en materia de salud.
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