Charles Parker
Me bajé del colectivo en Ciudad Paisaje con un profundo anhelo de paz, y me encontré con un desenfreno abortista de dimensiones inauditas, tal como anticipaban los medios. Todo el mundo corría por el monte como si fuera Sodoma, buscando embriones y embarazadas para golpear. Por la avenida, desde lejos, avanzaba una marcha de gente encapuchada con antorchas y escarpines en la mano, entonando canciones de amor. Los defensores de la vida, supuse, y esperé hasta que llegaran. Cuando me vieron se hizo un silencio. Pensé, por momentos, que me confundían con el mesías negro, con el profeta de los buenos tiempos que llegaba de la Nueva Esperanza para anunciar días de gloria, pero los detuvo mi color de piel, y la duda. Los defensores de la vida dudaban de su misión. Salían a la calle para aniquilar adolescentes abusadas, cristianos no alineados y racionalistas, pero se encontraban con un negro en medio de la calle, y se replanteaban sus objetivos. Ajusticiar a los negros nunca está demás. Lo sé porque viví en este lugar. Y por eso salí corriendo, como cualquier homicida prenatal, a salvarme de las antorchas. Les hablé con el corazón y ellos me respondieron con la hoguera.
I.
El Presbítero Grella, quien confesó que Dios lo abandonó los últimos cuatro años de su gestión a pesar de que desayunaban juntos a menudo, anunció esta mañana que la nueva planta potabilizadora de agua, que todavía no se hizo, es una obra más importante que las pirámides del Cairo, porque va a permitir que “los paisajistas empiecen a bañarse día por medio, lo que representa un cambio cultural histórico para esta sociedad, que huele a catinga hace años”. En el mismo sentido, Grella desmintió que el cráter de calle Mendoza y los de otras vías tengan origen en su mala gestión, si no que se trata “de la preservación de los túneles históricos de la ciudad, que no queremos clausurar hasta que no sean debidamente explorados por vehículos, transeúntes y Miguel Ángel Mernes”.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)