Marcelo Comas
Pocos futbolistas dejaron una huella en el inconciente del hincha como lo hizo Daniel Fontana. Apegado a los buenos modales y el gusto por el buen vestir, el bonaerense ganó trascendencia en los años 80 jugando en Belgrano y otros equipos de nuestra ciudad. Sin embargo, el despegue en su carrera deportiva pudo haberlo conseguido jugando en Ferro Carril Oeste. Eran otros tiempos, donde militar en un club de fútbol significaba pertenecer a una elite de elegidos y pocos alcanzaban tal privilegio. Por caprichos de juventud y la falta de algún sabio consejero que pudiera ayudarlo a decidir en forma correcta, perdió una oportunidad única de despegar en la Primera División del equipo de Caballito que dirigía Carlos Timoteo Griguol. Todavía quedan latentes en su recuerdo aquellas recordadas finales contra Belgrano de Córdoba, de las que luego se tejieron innumerables conjeturas.
En su corta estadía en la ciudad de Paraná -en los próximos días partirá rumbo a México para emprender negocios vinculados con el rubro editorial-, el marcador de punta izquierdo desgranó su trayectoria en un mano a mano imperdible con ANALISIS, en cual dejó al desnudo sus vivencias, contó sus años en el Ferro de Carlos Timoteo Griguol y su desembarco en la capital entrerriana, ciudad en la cual echó raíces y conoció a su esposa. Un tipo frontal como pocos y dispuesto al diálogo abierto y sin estridencias.
-¿Cuál es su historia con el fútbol profesional?
-Me llamo Daniel Obdulio Fontana, tengo 48 años y nací en la ciudad de Salto, provincia de Buenos Aires. A los 6 años comencé a jugar al fútbol; teniendo 14 años me viene a ver gente vinculada a Ferro Carril Oeste, por lo cual me traslado de Salto hacia Buenos Aires. En ese equipo comienzo a desempeñarme en divisiones inferiores; allí permanezco hasta 1979, porque estando en el plantel de Primera División me vienen a buscar de Atlético Paraná. En ese entonces Alberto Pulga Ríos era muy amigo del que en ese tiempo era técnico de la Tercera División de Ferro (El Bambino Veira). Él le pidió que le recomendara un jugador y ahí aparezco yo. En Paraná disputé un torneo que duró cuatro meses, anduve bastante bien y se coronó campeón el Club Paraná. Pero decidí regresar a Ferro porque acababa de asumir (Carlos Timoteo) Griguol: bajo su conducción estuve trabajando un año y medio. Nunca tuve la posibilidad de ser titular.
-¿De qué año estamos hablando?
-En 1979, y yo estaba en la Primera División. Pasa que en el medio tuve un problema personal con Carlos Aimar, que se desempeñaba como ayudante de Griguol.
-¿Qué tipo de problema?
-El que se equivocó fui yo. Fuimos a realizar una pretemporada a Córdoba (Villa Giardino), la que iniciaba la era de Griguol en Ferro. Era un plantel conformado por 22 futbolistas y en ese momento había un jugador que se llamaba José Rodríguez Netto, la figura del momento en el fútbol argentino. El año anterior había sido el capitán de la selección brasileña en el Mundial Argentina 1978. Ese jugador no vino a hacer la pretemporada porque no le gustaba simplemente. El caso es que el plantel comenzó con los partidos amistosos y faltaba un número 4. Entonces Aimar me propone que juegue en esa posición. Y por la inexperiencia propia de la juventud lo tomé a mal. Estaba con mucha ilusión porque prometía mucho en ese plantel, además era el mimado de los directivos del club. Yo quería jugar de volante. ¡Cómo son las ironías de la vida!, porque terminé jugando de lateral izquierdo con el paso del tiempo. Eso me puso en contra del cuerpo técnico.
-¿Tuve un duro cruce de palabras con Aimar?
-No, yo solamente le manifesté que quería jugar en esa posición y él me dijo que no. Al Cai le cayó mal porque se trataba de partidos amistosos contra clubes de la Liga Cordobesa. A mí nadie me hizo ver que en ese momento jugaban de volante Brandoni, Saccardi, Arregui, Cañete y en todo caso me convenía jugar de número 4. Es decir que era una cuestión lógica.
-Tenía nombres de enorme jerarquía delante suyo.
-¿Cómo termina la historia? Lo fueron a buscar a Mario Gómez, que era número 5 en San Lorenzo de Mar del Plata, y lo pusieron a marcar punta izquierda. Desde ese momento nunca más tuve la posibilidad de jugar. Al tiempo, mientras disputaba un partido de Tercera me lesiono un tobillo y estoy un mes y medio parado. Nunca más retomé el ritmo.
(Más información en la edición gráfica de ANALISIS de esta semana)