-La agitación interna. Justo cuando se estaba corriendo la semana que debía concluir en el congreso partidario, el ambiente se volvió a sobrecargar de tensión. El hombre común, esa mujer y ese vecino que todos los días inundan las calles caminando hasta su trabajo, están lejos de percibir las codicias que despierta el Partido Justicialista entrerriano en estas horas en que tiene que cerrar sus listas. Dentro del activismo político son corrientes minoritarias las que se sustraen a este centro de atención. Ya era un hecho que merecía consideración la premura con que se resucitó el Partido Frente Grande en pos de tener una herramienta que permita negociar candidaturas con el justicialismo. No son los únicos; hay otros agrupamientos que ya forman parte de la alianza oficial que han optado por cultivar el perfil bajo con el mismo objetivo. Lo cierto es que aparecen presiones de mucho volumen que agitan al justicialismo por diferentes flancos. Aparece la solicitada de las 62 organizaciones peronistas proponiendo al camionero Antonio Alizegui como candidato a diputado nacional en los primeros puestos y siete lugares en la lista de constituyentes. Por otro lado, el sector de lo que fue el Grupo Talleres y que formó parte en la lista 100 se reunió en Tala y también reivindicó un lugar en la lista de diputados nacionales para Enrique Cresto, que fue compañero de fórmula en la propuesta que encabezaba el intendente Julio Solanas.
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-La mano del gobernador. Pero por fuera de las derivaciones que van teniendo las pretensiones del flamante agrupamiento nacido en Tala, Jorge Busti no es ajeno al protagonismo que van adquiriendo Berthet y sus amigos. El lunes 18 de junio el gobernador convocó a una reunión de notables con el objetivo de avanzar en la definición de las listas y candidaturas. Hubo conocidos referentes del justicialismo oficial que no estuvieron presentes, pues en la mirada del mandatario andaban con paso cambiado. Los que sí estuvieron, y con un protagonismo importante, fueron Berthet, Rubén Adami y Enrique Cresto. De esa reunión no participaron Sergio Urribarri y el vicegobernador elector, José Lauritto. Días después estalló la bronca de Urribarri porque Enrique Cresto jugaba como número puesto en el equipo oficial del justicialismo ocupando el tercer lugar en la lista de candidatos. Desde la mirada de un observador independiente ese intento de Busti de reflotar como referencia del justicialismo entrerriano a Juan Carlos Cresto y su familia resulta incomprensible. La derrota del actual intendente de Concordia en las elecciones pasadas cuando aspiraba a la reelección fue realmente categórica.
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-El péndulo peronista. Esta actitud de Jorge Busti de reflotar figuras maltrechas del conservadurismo justicialista no es nada novedosa. En 1987, cuando con toda su frescura renovadora como emblema surgía ganador en las internas partidarias enfrentando al aparato tradicional, se adelantó a socorrer a Héctor Maya cuando éste había salido derrotado en la confrontación interna a manos del agrupamiento Militancia de Gualeguaychú, donde estaban los hermanos Jaime y Emilio Martínez Garbino, Daniel Irigoyen y el vicegobernador actual, Pedro Guastavino. En esa época también ya enfilando la lucha por su primera gobernación, Busti hizo su primera aparición en Paraná -entre otros- de la mano de Carlos Vairetti y Eduardo Lalo Ferreyra, este último caracterizado militante de la agrupación derechista Guardia de Hierro. Con ese gesto jerarquizando a Vairetti y Ferreyra, Busti se proponía ignorar el gran esfuerzo hecho por el agrupamiento militante Las Mesas de Trabajo peronista, que habían sostenido su candidatura al máximo cargo provincial y habían demostrado un significativo desarrollo, conducidos por José Carlos Conde Ramos o Fernando Pascual Gan. Es decir, desde su temprana irrupción como referencia pública provincial, el actual gobernador ha volcado sus esfuerzos en licuar los agrupamientos militantes que pretendieron desarrollarse a su alrededor. En este registro que bien puede ser extendido con otros ejemplos, decanta en Jorge Busti un concepto de poder en donde la presencia de agrupamientos militantes le resulta por demás molesta y prefiere contrarrestarla manteniendo activas expresiones recalcitrantes del justicialismo tradicional.
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-Los nuevos renovadores. Es que sin forma ni hilo conductor específico el proceso electoral del 18 de marzo pasado decanta una corriente social que si bien no tiene encuadramiento político formal hace notar su presencia. Para mejor, esta corriente irrumpe por el costado que más le duele al conservadurismo justicialista, el de los votos. Cuantas veces se ha sabido escuchar al ex diputado provincial Emilio Castrillón y a Daniel Rossi jactarse de su eficiencia electoral hasta que apareció José Nogueira poniendo fin a ese hegemonismo en la ciudad de La Paz. En los corrillos de los sectores recalcitrantes del justicialismo, desde el momento en que Guastavino es elegido por Busti como vicegobernador han denostado el respaldo electoral en Gualeguaychú. El primer chicotazo a estas valoraciones despectivas hacia Guastavino lo recibieron en las elecciones de octubre del 2005, cuando el justicialismo oficial ganó en la ciudad Gualeguaychú. Pero ahora, en las elecciones del 18 de marzo el soporte popular de Guastavino es más contundente, pues además de repetir el triunfo en la ciudad, también gana el departamento Gualeguaychú, teniendo en contra además de la Concertación Nuevo Espacio, a la disidencia de la lista 100. Como agregado hay que señalar que la propuesta electoral de la lista 100 en Gualeguaychú fue armada y pergeñada por Hugo Berthet.
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-El Congreso. Era el objetivo de Busti arribar a un congreso con el mapa de las candidaturas acordadas como manera de sortear la alternativa de la elección interna. Con ese criterio el gobernador convocó a aquella reunión del 18 de junio. Lo cierto es que a partir de ese encuentro las cosas se han ido complicando y entre el gobernador y el gobernador electo existen diferencias en cuanto a la apertura de las listas a integrantes de la lista 100. Si Guastavino por su identificación kirchnerista queda objetivamente enfrentado al menemismo nostálgico que se agrupa en Mupee, Sergio Urribarri también se ha visto afectado tanto por la diatriba de Berthet durante la campaña como por la amenaza subliminal que queda colgada en uno de los párrafos de la declaración de Tala.
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